-Perdona, no quiero ser maleducada, pero no estoy acostumbrada a que me abracen personas que apenas conozco.
-No pasa nada, a veces no puedo evitar ser tan efusiva –se disculpó la mujer.
Parecía un poco conmocionada por el rechazo que acababa de sufrir, como si nunca le hubieran pasado cosas así.