CAPITULO 7 –La jaula de oro

—No puede obligarme a …

—Oh, claro que puedo obligarte y lo sabes tan bien como yo que si se me da la gana puedo echarte de aquí o mejor aún, puedo matarte. —intento intimidarlo, pero parece que no le afecta. —Ahora trabajas para mí y no para el imbécil del Sergey y mucho menos para Aleksei así que obedece mi orden.

—Ahora si trabajo para usted entonces. —su tono irónico me molesta. —No me diga.

Espero una reacción de su parte por mi actitud, pero no, simplemente obedeció y tomó asiento a cuatro sillas lejos de mí, hoy no tenía ánimos de discutir con nadie así que lo dejo pasar por esta ocasión, llamé nuevamente a Matilda y está apareció enseguida.

Cuando su desayuno es servido, lo observa como si tuviera veneno, no puedo evitar burlarme porque tal parece que desconfía de todo el mundo incluyéndome, toma el tenedor comenzando a desayunar, si, por primera vez decidí dejar que me cuidarán, algo que no estaba en mis planes pero tengo mis razones para permitir que él se quedara.

Arthur es distinto a los demás guardaespaldas que Sergey y Aleksei han elegido para mí, es muy difícil de explicar, pero de algo si estoy segura es que a diferencia de los demás, el me atraía como hombre, pero la atracción es de una forma tan intensa que no podía explicarlo con palabras.

Mientras más lo veo, más pienso en él, más imagino todo un escenario entre nosotros dos en la cama, es algo tan tentador con solo imaginarlo que me hace saborearlo con los labios y la mente.

Anoche lo estuve pensando detenidamente llegando a la conclusión de que si estaba a mi disposición como él decía, no tendría más opción que acatar cada orden mía, sin objeción alguna, me di cuenta que sacaría muy buen provecho de esto y que podría utilizarlo a mi antojo y como se me dé la gana.

El mismo lo dijo antes, los únicos que pueden despedirlo es Aleksei o yo. Entonces si en verdad esas son las ordenes que se les fueron dadas sacare el mejor provecho de esto.

—Respóndeme algo. —hable rompiendo el silencio entre ambos. —¿Tu debes obedecer mis órdenes o me equivoco?

—Así es. —esta vez me observa fijamente. —¿Puedo saber la razón de su pregunta?

Ladeó una sonrisa traviesa. —Simple curiosidad.

—¿Simple curiosidad? —no puedo evitar disfrutar internamente al ver que eleva una ceja, se ve tan sexy cuando lo hace. —¿Tiene algo de malo que lo pregunte?

—Si viene de usted, sí.

¿Así?, pues no se imagina que tiene mucha razón de dudar porque no se imagina las ideas que tengo para él porque tarde o temprano me va ser de utilidad en algo.

Vuelve a elevar una ceja al darse cuenta de mis intenciones, mi sonrisa crece al ver que no es tan estúpido cómo pensé, Arthur sería el peón perfecto que me hacía falta para completar mi juego.

—Señorita Elena, su profesor de violín ya ha llegado. —dijo la ama de llaves interrumpiendo nuestro contacto visual. —Señorita Elena...

—Dile que enseguida voy. —murmuro mientras mantengo mis ojos sobre el, al sentirla aun en el comedor desvío mi vista, se da cuenta que me estorba y ella sale del comedor con mi orden.

—Así que tenía razón después de todo. —ladea una sonrisa. Vuelvo mi vista hacia a el.

—¿Sobre qué? —le sostengo la mirada.

—Solo eres una chica rebelde que no sabe cómo llamar la atención de su marido que por cierto es un vejete que no sabe cómo mantenerla a raya en ningún sentido.

Me levanto de mi lugar hasta acercarme a él. No había nadie cerca y aunque hubiera alguien viendo lo que hago no dirían nada porque valoran sus vidas. Mis uñas rozan su traje, específicamente desde sus brazos hasta el cuello, mis manos se deslizan mientras me acerco a su oído.

—¿Celos de que todo esto sea de Aleksei? —mis dedos se deslizan en cada curva de mi cuerpo. —Desearas poseerme como él, lo ha hecho.

—¿Por qué habría de sentir celos de una chica que no sabe lo que quiere?

Me coloco a sus espaldas, mis manos disfrutan de su cuerpo cuando se deslizan hasta llegar a su pecho, inhalo ese aroma que me fascina tanto de un hombre cuando es atractivo, seductor y sobre todo dominante.

—Yo sé lo que quiero. —ladeo una sonrisa —Y siempre obtengo lo que quiero.

—¿Y qué es lo que quiere la señora entonces? —mantiene su vista lejos de la mía

—Te quiero solo para mí. —un susurro excitante que ambos disfrutamos —Porque yo sé que te encantaría tenerme debajo de ti gimiendo tu nombre. —muerdo el lóbulo de su oreja incitándolo a seguirme el juego. —¿O no te parece placentera la idea... Arthur?

Siento su respiración algo anormal, su cuerpo se inquieta por mis provocaciones, pensé que cedería a mis caricias, pero no, tomó mis manos al levantarse de la mesa. Parece que le incomodo lo que hice, este perturbado.

—Señora Elena, Yo no soy un hombre al que puede engatusar con esas palabras de víbora tentadora. —me deja atónita por cómo me había llamado. ¿enserio me ha llamado víbora? —Escúcheme bien Elena... —toma mi barbilla con rudeza. —Para que yo caiga en sus encantos, debes esforzarte más, porque para mí, sigue siendo una adolescente en el cuerpo de una mujer de 24 años que disfruta revolcarse con vejetes por dinero.

Me quedo atónita porque no pensé que me diría todo eso, todo fue un giro inesperado porque no me esperaba esa reacción de él, mi coraje explotó tanto que quería meterle un balazo en el cien de su frente, sabía dónde herirme, pero no le daré el placer de enfadarme.

—¿Y tanto es tu dolor que prefiera a hombres con más experiencias? —tome un mechón de su cabello. —Porque déjame decirte que Aleksei me enloquece en la cama, me lo hace de una forma que...

—¿No tenía clases de violín? —me burlo al ver que se alejó y que camina hacía la salida.

—No me digas que te enfadaste Arthur. —no evitó ocultar mi burla. —Entonces si te molesta que te diga lo que siento.

—Si claro. —su tono sarcástico me desagradó demasiado. —Lo dice para no admitir que tengo la razón, tanto yo como usted sabemos que todo lo que dije es verdad.

—¿Así? ¿Entonces porque no admites que me deseas?

—Cuando deseo a una mujer, no ando con tantos rodeos señora Elena. —me mira sobre su hombro. —¿Por qué mejor, no se va a sus clases de violín como una niña obediente? —su tono sarcástico me cabrea demasiado.

—No me iré hasta que admitas que tengo la razón.

—Sabes perfectamente que eso no va pasar. —una sonrisa adorna mi rostro cuando me tutea. —¿Por qué mejor no me demuestras que tan bien tocas ese instrumento?

—Esas palabras solo demuestra que tengo razón. —me cruzo de brazos.

—¿Por qué evades el tema? —cuestiona —O tienes miedo de que yo tenga razón.

—Yo no estoy evadiendo nada. —fruncí el ceño.

Al ver que está conversación no nos llevaría a nada, ambos salimos del comedor hasta llegar a la sala donde ya se encontraba mi profesor desde hace cinco años, Antoine, como era su costumbre me saluda con un beso en la mejilla.

Desde que comencé a pasar mas tiempo sola en este enorme lugar, le pedí a Aleksei que al menos me dejara entretenerme con algo y el eligió que tomara clases de violín para que tocara para el cuándo estuviera aquí.

Me acomodo como siempre mientras siento que mi escolta no me quita los ojos de encima, cuando veo a mi profesor este me hace una señal.

—¿Lista para comenzar?

—Por supuesto.

—Bien. —dijo mientras acomoda sus dedos sobre el piano. —seguiremos con Meditation From Thais. (Meditación de tailandeses).

—No, —suelto enseguida. —Esta vez deseo tocar Devil's Trill. (Trino del diablo).

Se quita los lentes y eleva una ceja por mi inesperado cambio, sé que aún no lo perfecciono pero quiero hacerlo ahora que me siento motivada, se que deje esa melodía aun lado porque no terminaba como yo lo esperaba pero esta vez sentía que podría lograrlo.

El profesor me observa fijamente sin creer lo que dije pues muchas veces he intentado tocar esa melodía, pero a veces se me iban algunas notas erróneas que al final optaba por aprender otra más fácil para quitármelo de encima.

 —Aún no tocas a la perfección esa melodía Elena.

—Pero quiero intentarlo de nuevo.

—¿Estas segura de que no deseas continuar con la anterior?

—No me hagas repetirlo Antoine.

Su vista deja de verme a mí para ver a Arthur, acomoda sus lentes se aleja del piano, al comprender que tocaría para alguien, el invita a Arthur a tomar asiento y el confundido se niega, pero cuando se lo ordeno lo veo mostrar una mueca de fastidio y toma asiento en la silla que Antoine le dio

—Puedes comenzar querida.

Me acomodo y busco relajar mi cuerpo para sentirme más cómoda, acomodo la almohadilla, coloco el violín sobre mí hombro izquierdo para después realizar una pinza entre mi cabeza y el hombro.

Recordando a mi difunta madre adoptiva mientras muere por culpa de un desgraciado sin corazón que le disparó en el pecho, me dejo llevar por la melodía que comienza fluir, esa vieja herida surge nuevamente cuando recuerdo como encontré a toda mi familia muerta después de regresar de la universidad.

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