CAPITULO 6 –Dulce Seducción

ELENA

Ese besó significó mucho para ambos, era notorio el deseo que nos rodeó cuando nos sentimos el uno al otro, mi cuerpo vibró enloquecido de su fragancia masculina, quería perderme en sus brazos, sujetarme de ellos para profundizar ese beso que me dejo deseosa de continuar toda la noche hasta satisfacerme.

El picor de su barba en mi piel aún seguía presente en mis mejillas, su fragancia se apodero de mi cuerpo, era tan exquisito que no pude evitar cerrar mis ojos y disfrutarla antes de que se disipe al amanecer.

Pero cuando pensé que el caería en mis encantos y que pasaría una noche de locura que desde hace mucho no disfruto, el tenia que arruinarlo todo, nunca espere que lo hiciera que se detuviera porque nadie se resiste, pero el lo hizo y eso me sorprendió.

Comencé a creer que era gay porque, ¿Qué hombre se resiste a una mujer como yo?, todos desean tenerme pero como valoran su vida mantienen la distancia haciendo de mi vida algo aburrida.

¿Qué demonios estoy haciendo? No, esto no debe estar pasándome, no es parte de mi plan involucrar sentimientos por un hombre y menos por un escolta estúpido que cree que parezco la hija de Aleksei.

Al principio fue divertido, lo admito, pero fue cuando creí que Aleksei era un hombre diferente a los que es en la realidad, jamás pensé que fuera un mafioso y que arruinaría toda mi vida.

Todo fue un cambio drástico que ni siquiera me di cuenta que estaba casada con el, se aprovechó de mi estado inestable de emociones cuando perdí a toda mi familia volviendo a quedar sola en este mundo y nuevamente lo había perdido todo por culpa de esta belleza que jamás pedí.

Ahora estaba casada y debo respetar el acuerdo que hay entre nosotros, pero, aun yendo en contra de mis planes disfruté un beso, un beso que le robe a mi escolta.

Fue tan excitante, placentero que me hizo vibrar como nunca antes lo sentí. Fue una total locura mientras duro, al salir afuera me puse una bata que ciñera cada parte de mi cuerpo para que supiera que la decisión que tomo no fue la mejor ni para el y tampoco para mi ya que me moría de las ganas de volver a sentir su cuerpo frotando el mío.

—¡Maldito Sergey!.. —musito cabreada por haberme puesto otro guardaespaldas.

Ya me había encargado personalmente de los otros escoltas que había puesto a mi cuidado, no fue difícil deshacerme de ellos, ni siquiera pudieron conservar su trabajo por un mes ya que siempre los hacía odiarme hasta el punto de querer matarme o sobrepasarse conmigo.

Pero ahora había un problema, este escolta es distinto, Arthur tiene algo que me atrae, no podría explicar que es ya que ni yo misma se que es, porque no fue el quien me beso si no que yo tomé la decisión de besarlo cuando pude tomar otras opciones.

Obviamente no estaba ebria, solo fingí estarlo para causarle problemas con Aleksei o el idiota de Sergey, pensé que tomaría una reacción frustrante pero no lo hizo. Siempre se mantuvo sereno.

Me di cuenta de inmediato que no podría sacarlo de aquí así de fácil por eso le dije la mentira de que me sentía agradecida por haberme defendido del idiota de Sergey, siguiendo mi papel me lancé para besarlo, mi única intención era provocarlo para que se alejara en cambio me correspondió al profundizar el beso y lo peor es que me ha dejado fascinada.

Sin evitarlo una risita se escapa de mi al recordar esos labios apetitosos que me llevaron a las llamas del infierno, no me molesto por haberme correspondido, me molesta que se haya alejado deteniendo el beso, y por si no fuera poco es que después del beso me sentí confundida, extrañamente aturdida.

—¿Qué carajos me pasa? —musito frustrada. —Olvídate de eso Elena, recuerda tu objetivo.

Me motivo a mi misma para seguir con mis planes, estaba harta de que me crean una inútil que depende de dos hombres machistas al pensar que solo soy una joyería de su colección.

Pero yo les demostraré que puedo ser más peligrosa como ellos, no, le demostraré que puedo ser peor que ellos, pero debo sacar de mi camino a este estúpido escolta que puede darme muchos problemas, el problema ahora es ¿Como lo hago? Ese es un problema que aun no puedo resolver.

Lo trate con amabilidad incluso me le ofrecí para que cayera en mi trampa, pero este imbécil no cayó en ninguno de mis engaños, en cambio el cobarde salió de mi habitación dejándome con las palabras en la boca.

Debía buscar la manera de hacerlo caer, inhalando profundo tomé un bata seductora para disculparme esperando que volvería a mí sin que yo lo busque, pensé que estaría mejor pero al contrario se encuentra sentado en el primer escalón.

—Arthur... —lo llamo, pero ni siquiera se inmuta en verme.

—¿Necesita algo?. —preguntó tajante.

—Solo quiero disculparme por lo que pasó hace unas horas, supongo que la soledad y el alcohol me impulsaron a hacerlo. —mentí.

Ni siquiera se mueve después de que me disculpo, solo me observa en silencio y eso me hace pensar que fue desagradable para el lo que paso entre nosotros, comienzo a molestarme por creerse la gran cosa al verme de esa forma.

—Que no se vuelva a repetir Elena, —parece que fui yo quien lo ofendió —Eres casada y no voy a echar a la borda mi trabajo por una chica inestable emocionalmente, que puede arruinar mi vida. puede que a ti te perdonen la vida, pero conmigo...

—Lo se perfectamente Arthur.

—No. —su forma de hablar fue demasiado brusca que me hizo sobresaltarme, fruncí el ceño porque me molesto que me haya interrumpido. —Tal parece que no entiende nada.

¿¡Pero quién diablos se cree para tratarme de esta forma!?, Acaso no se da cuenta que solo es un maldito escolta, cabreada empuñó mis manos desviando mi vista de la suya al mismo tiempo que le doy la espalda.

—No te preocupes, no volverá a suceder, ya que una chica como yo, jamás se fijaría en un muerto de hambre como tú, —suelto una risita corta para que me escuche. —Merezco más que un simple escolta.

—¿Un simple escolta? —escucho que se ríe sarcásticamente y eso me molesto aún más porque no es ningún chiste. —Eso no es lo que pensabas hace un par de horas. —me tomo del brazo para que lo viera los ojos.

—¡Aush, oye suéltame que me lastimas!

—Escúchame bien —me hace guardar silencio —No estoy para tus malditos juegos así que has que todo mi compañía y mi trabajo sea agradable porque si no...

Me suelto de su agarre después de cruzar miradas de ira con él. Pero se que tanto como yo, sintió el roce como su toque en mi piel nos quema ambos, fue satisfactorio y no lo negare.

Arthur se da cuenta de inmediato de la cercanía de nuestros rostros, se aleja de golpe dándome la espalda.

—Buenas noches Elena.

Reincorporándome le doy la espalda también, suelto una risita sarcástica. —Buenas noches Arthur. —solté tajante para después caminar hacia mi habitación y cerrar con seguro.

Riéndome por mi victoria me dejo caer sobre mi cama, Arthur es un pez muy delicioso que adoraré conquistar hasta tenerlo a mis pies, me tomara un poco de tiempo, pero estoy segura que en menos de un mes lo tendré comiendo de mi mano.

Solo debo asegurarme de que no me descubra porque si lo hace estaré perdida y puede arruinar mis planes que me tomó dos años construir a base de mentiras y sumisión hacia las órdenes de mi marido y el machismo y ego del estúpido de Sergey, ellos creen que me interesa como hombres pero no saben que solo están alimentando mi odio y mis ganas de destruirlos.

—Buenos días Arthur. —sonrió siguiendo mi papel de la chica dulce.

—Buenos días Elena. —mi sonrisa se borra por la forma tan fría y cortante en la que me responde.

—¿Por qué me tratas así de tajante? —me acerco un poco a él. —Estoy siendo amable contigo, pero parece que, a ti, te da igual.

—Mantenga la distancia. —dijo alejándome de él. —No quiero que haya malos entendidos entre nosotros.

Bufando molesta por su rechazo, bajé las escaleras para entrar al comedor y desayunar, mientras desayuno lo observo intentando descifrar a este hombre que se cree superior, su comportamiento no era el de un guardaespaldas, tenía un aire a soberbio, es como si fuera un tirano como Aleksei, algo muy extraño en un escolta, ninguno de los que conozco son como Arthur, en verdad es un tipo muy poco común de encontrar en el camino.

—¿Quiere desayunar Arthur?. —le pregunta una de las empleadas más jóvenes mientras sin descaro le coqueteaba en mis narices.

—Ya desayuné. —le informa sin verla.

—Si necesita algo...

—Matilda. —llamo su atención.

—Si señora Elena. —responde de inmediato

—¿No tienes otra cosa que hacer que andar de lagartona con mi escolta?

La chica baja su cabeza avergonzada por mis palabras crueles llenas de coraje.

—Lo siento señorita, permiso Arthur.

La sigo con la vista hasta que desapareció, al entrar a la cocina, volteo a ver a Arthur y este solo me devuelve la mirada extraña y confusa por mi forma de tratar a Matilda. Ignorando esa mirada que solo me causa risa carraspeo mi garganta para aclarar mi voz.

—Arthur. Desayuna conmigo.

—Me rehúso. —dijo de inmediato.

—No te lo estoy pidiendo, es una orden.

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