La pared presionaba su espalda cuando él le sujetó ambas muñecas con una sola mano, alzándolas por encima de su cabeza.
—No me apartes de ti —le ordenó.
Con la otra mano, bajó hasta deslizarla entre sus muslos, y al encontrar su sexo mojado, deseoso, introdujo dos dedos, curvándolos para frotar la