—No, con otro no... —tragó saliva—. Pero eres mi tutor y mayor que yo, entonces...
—Entonces nada —la apretó contra su pecho, jadeando cuando una de sus manos subió para sostenerle el cuello con leve presión—. Si te gusta a ti y a mí también, nada más importa, Liebling. Será nuestro secreto de ahor