Charleston se veía invadido por las visitas de un grupo de hombres que tenían en mente una sola dirección. Encontrar "El monumento" fue una tarea difícil, sobre todo porque el nombre no era algo que se escuchara comúnmente.

Solo después de buscarlo en los lugares más concurridos, por el tipo de personas que tenía secretos que no quisiera que nadie supiera, pudieron dar con un local sin nombre, ubicado entre negocios apagados por la falta de clientes. Este se distinguía por una fachada tan minimalista que parecía un error arquitectónico. Aunque era por decisión del dueño. El escaparate era un vidrio ennegrecido que dejaba ver sombras moviéndose adentro, pero al mismo tiempo, ocultaba rostros.

Al empujar la puerta, un golpe de música suave les tocó los oídos. El pasillo era angosto, iluminado con luces rojas, al igual que la alfombra que los condujo a una sala donde el aire olía a cuero, se veía el sudor en quiénes parecían estar bailando desde la noche anterior con "el entretenimient