Cindy se quedó mirando a Miguel Ángel. Su rostro era serio y ella comprendió que no tendría sentido contradecirle. Además, no tenía fuerzas para discutir, así que asintió.
—Muy bien.
En ese mismo momento regresó Mindy. Le entregó a Cindy un jogging, una camiseta, calcetines y ropa interior.
—Espero que esto esté bien —preguntó, y luego añadió disculpándose—. Y lo siento, acabo de sacar tu llave del bolsillo de tu chaqueta.
—Está bien.
—Si quieres, te arreglaré primero y te ayudaré a vestirte después —ofreció Mindy.
Cindy asintió y entraron juntas en el dormitorio.
Tras quitarse la bata, se puso la ropa interior y Mindy la frotó con el alcohol. A continuación, extendió un poco de pomada en las manchas individuales que ya empezaban a ponerse azuladas.
—Gracias —murmuró Cindy mientras se ponía la camiseta y los pantalones de deporte con la ayuda de Mindy.
—Realmente tienes una suerte increíble —dijo Mindy en voz baja—. Lo mejor que puedes hacer es acostarte y descansar. Le diré