—Los chistes malos, bueno, ser malos es parte de su gracia —se justificó con ingenio.
Jorge se puso serio de repente: —Cuéntame, ¿qué pasó? ¿Qué razón tan importante había para verlo?
Lucía arqueó las cejas sorprendida: —¿Por qué lo dices?
—Lo detestas tanto, ¿cómo es que acabaste comiendo con él? A menos que... necesitaras algo. ¿Puedes contarme los detalles?
Lucía lo pensó un momento y comenzó a explicar...
Jorge: —Entonces, ¿necesitas su firma en la carta de consentimiento para completar los trámites?
—Sí.
—¿No se podría conseguir que alguien más firme?
Lucía se volvió para mirarlo fijamente.
—¡Ejem! —tosió Jorge— Era broma.
—Pensé que el dinero y las aprobaciones serían el mayor problema, pero resulta que el mayor obstáculo soy yo misma.
Jorge: —¿No quiso firmar?
—No.
La mirada del hombre se oscureció: —¿Qué condiciones puso?
Lucía suspiró con resignación.
—¿Te pidió volver con él? ¿Empezar de nuevo?
¿Acaso estaba escondido bajo la mesa escuchando?
—¡Bah! ¡Sinvergüenza! Todavía pen