A las siete y media, Lucía llegó.
No había nadie más, cuando de repente, se escucharon ruidos desde la sala de descanso.
Acompañado del sonido de pasos, Daniel salió de allí.
Sus miradas se encontraron y ambos se quedaron paralizados.
Daniel recordó su huida precipitada de ayer y se sintió algo incómodo.
Lucía rememoró su fingido sueño y aquella escena que vio sin querer...
También se sentía bastante incómoda.
—Buenos días —él tomó la iniciativa.
Lucía asintió levemente —Buenos días.
Después de responder, se escabulló rápidamente a su mesa de trabajo y se sumergió en sus tareas.
Tanto así que olvidó guardar su almuerzo en el refrigerador.
—Justo iba a la cocina, yo puedo llevarlo —ofreció Daniel.
—...Gracias, profesor.
Durante la hora del almuerzo, Lucía salió del laboratorio.
Apenas dejó el edificio, vio a Jorge parado no muy lejos, con las manos en los bolsillos.
Llevaba la camisa con un aire despreocupado y casual, con el cuello ligeramente abierto, combinada con pantalones de vesti