1.

Al estacionar en frente del no tan nuevo instituto (fue construido hace como dos mil años por la fachada) mamá me miró y papá me hizo señas de que saliera, pero me negué y por el contrario, quise salir corriendo y no tardé en hacerlo, no es la primera vez que me daba a la fuga y creo que por eso el viejo me alcanzó muy rápido, ya ha agarrado experiencia y ha aprendido a atraparme bastante rápido, lo cual es muy molesto, pero no puedo hacer nada al respecto. Papá tiene buen estado físico a pesar de estar más viejo que matusalén. Me noqueó, arrojándome al piso, quitándome la poca dignidad que me quedaba, lo cual me molestaba porque siempre carecí de ella o la tuve por muy poco tiempo. Los chicos que pasaron nos miraron extraño, pero al viejo que poco le importaba avergonzarme, jaló mi oreja haciéndome levantar.

Me miró enojado y miré mis zapatos.

El viejo enojado aterra, no lo quiero provocar más o me quitará mi televisión que es mi único objeto preciado porque la computadora mamá me la quitó cuando se enteró de que me salía de las secciones del doctor Rodríguez y mi teléfono, me lo quitó papá en una de las noches en que salía a buscar vida inteligente, los cuales nunca tuvieron resultados. Lo más cerca de un alien que estuve, fue cuando vi a la señora de la esquina, la esposa del señor de la panadería, sin ropa a través de la ventana. Fue tan horrible de ver que quise arrojarme ácido sulfúrico a los ojos, pero desistí de hacerlo. En fin, entré a la escuela escoltado por dos policías amigos del viejo quienes pasaban cerca, los cuales me llevarían hasta el aula de clases para que no pueda volver a huir.

Cuando entré, todos me miraban, tal vez sería porque me hice el corte de Kurt Cobain o tal vez porque estos dos enormes policías me escoltaban. Creo que todos pensaban que yo era un exconvicto o al menos un tipo muy peligroso. Les diré a todos que yo maté a siete.

Al llegar a la puerta, me detuve y miré a John, uno de los policías que es el mejor amigo del viejo y siempre va a cenar los domingos a casa. El negó con la cabeza cuando les supliqué si podía escapar y, por el contrario, John abrió la puerta y el profesor me miró, todos los humanos lo hicieron también. M****a, m****a. Me llevaron hasta el único pupitre vacío y podía sentir la mirada intimidante de todos.

Me senté junto a una horrible chica, los pupitres eran de dos estudiantes y vi a Alex en el fondo, me miraba curioso y yo no sabía si debía reír o llorar.

-¿Usted es nuevo? -Preguntó el profesor.

-Sí. -Respondí.

-¿Por qué se transfirió de escuela a dos años de graduarse?

-No fue por gusto, me echaron. -Todos rieron y no entendí a qué se debía.

-¿Por qué si se puede saber?

-Perdí el año. -Admití, esto empezaba a hacerme sentir ansiedad.

-Eso no es causal para echar a un estudiante.

-No quiero decirlo. -Pensé que cesaría las preguntas, maldito interrogador, pero no fue así. No se detuvo.

-¿Por qué lo escoltaron dos policías?

-Para que no huyera. -Debí mentir, pero cuando estoy en público no puedo hacerlo. Todos rieron.

La clase de matemáticas empezó y no copié nada, solo hice dibujos de Alex en distintas situaciones. Lo dibujé en clase de matemáticas, lo dibujé durmiendo conmigo, lo dibujé siendo él el que me noqueaba. Esto último me hizo reír bastante. No sé cuándo exactamente me empezó a gustar, pero sé que me gusta tanto que duele, aunque en un principio no reconocí esto, pensaba que Alex tenía un aura que daba jaquecas y náuseas, pero luego, cuando lo vi besar a Cindy en mi patio supe que me gustaba porque quise ser yo a quién Alex besara. No era que Cindy me desagradara, no la conocía, pero ella luego de besarlo a él o pasar en su auto, se besaba y emitía ruidos en la habitación de mi hermano que está junto a la mía. Creo que aún se besan o no lo sé, hace mucho que no la veo.

Con el transcurrir de la mañana, me puse triste al ver que Alex no estaba más en mi clase, él me dijo que solo estaría en una sola. Sabía que estaba en once con mi hermano, pero daba solo esta clase conmigo porque quedó debiendo matemáticas por ayudar a unos profesores en tutorías especiales. Pensé que lo vería todos los días, pero no sería así o al menos eso pensaba antes de elaborar mi malévolo plan.

A la salida lo vi de pie en la puerta de su auto, vi que entró y por eso corrí antes de que acelerara. Me miró extraño, pero no me atropelló, al menos. Se bajó y acomodé mi suéter, este uniforme es caluroso.

-Hace mucho que no te veía, niño raro.

-¿Qué? ¿quién?

-Tú, Samuel.

-No soy raro, soy autista que es distinto.

-Lo lamento. -Se excusó. -Pasé a recogerte hoy, pero ya te habías ido.

-¿De verdad pasaste por mí?

-Sí Samuel, no te veía hace meses.

-Ojalá hubiera estado. -Me lamenté, él sonrió.

-¿Por qué me llamaste? ¿Necesitas algo?

-Ayer me lastimé la pierna. -Mentí. -Hugo no me llevará de regreso porque tiene que llevar a una de sus conquistas.

-No te excuses tanto. -Escuché el sonido de su risa, me gustaba. Alex tenía la sonrisa más preciosa que hubiese visto en alguien, deslumbraba, hipnotizaba y en mi caso, me fascinaba. -Te llevaré, ¿te parece?

-Sí. -Sonreí, él sonrió también al ver mi enorme expresión de felicidad, entonces lo abracé por su cintura y escuché su risa, me gustaba, me gustaba muchísimo. No correspondió, pero tampoco me alejó.

-¿Por qué se supone que me abrazas? Es extraño.

-Porque eres un ser bondadoso.

-No es para tanto Samuel, solo es un aventón. Antes te ofrecí llevarte, pero como eres misterioso con tu casa no te lo ofrecí más.

-No importa eso ya.

Me asomé por la ventana mientras sonaba una canción de Andrés Calamaro. Yo no lo conocía, pero una tarde escuché que Alex puso ese cd en la sala, los hermanos y Hugo lo miraron extraño, pero parecía que a él le gustaba mucho por su expresión, entonces me metí en la habitación de mis padres y tomé la laptop del viejo, reproduje sus álbumes por varios días y empezó a gustarme muchísimo. Tarareaba una canción: “Cuando no estás”.

-No sabía que te gustaba Calamaro. -Me encogí de hombros. -Por cierto, ¿por qué la policía te escoltó hasta el aula? No creo que haya sido por lo que dijiste. Poco me has hablado de tu anterior escuela.

-Fue exactamente por lo que dije.

-¿De verdad? -Asentí, sonrió. -Sabía que eras raro, pero no tenía idea de cuánto.

-No soy raro… -Me interrumpió.

-Lo siento, autista. Hugo nunca dijo nada de que tuvieras una enfermedad, solo dijo que eras diferente y tú tampoco me hablaste de eso.

-A él no le gusta que me llamen autista o raro, solo dice que nací diferente y que eso me hace especial. -Alex me miró enarcando una ceja. -Y… no quería espantarte.

-No me espantarías nunca Samu, eres mi mejor amigo. ¿Eres tonto?

-Hugo odia que me digan tonto.

-Hugo te sobreprotege mucho. -Comentó entre risas.

-Lo sé.

-Eso es bueno, tener a alguien a quién le importes tanto.

-Supongo que sí.

Unos minutos después, Alex estacionó en frente de mi casa. Sentí ganas de llorar, no quería bajarme porque significaría tener que separarme de su olor, de su espacio y ya no escucharía su voz.

-¿Pasa algo? -Preguntó.

-No.

-Eso pareciera.

-Sabes que soy nuevo, no conozco a nadie. -Mentí, no conocí a nadie adrede. A todos les dije que si se me acercaban los iba a apuñalar. -¿Puedo sentarme contigo en el descanso?

-Claro que sí Samu, ¿Ya no me esconderás?- Negué con la cabeza. Había decidido no decirle a nadie porque en casa todos saben que estoy enamorado de él y sé que me molestarían mucho si supieran que somos amigos desde hace unos meses y Hugo en especial se molestaría, porque es un poco celoso conmigo, pero ya no puedo ocultarlo más. -Me siento en la mesa junto a la fuente, también están un par de amigos y tu hermano, si no te importa. Quiero que mis amigos te conozcan.

-No, está bien. – Sequé mis manos en mi pantalón del uniforme porque estas sudaban. -Te extrañé- Confesé.

-También te extrañé Samu. -Sonrió y mis mejillas se encendieron como focos. Abrí la puerta.

-Nos vemos.

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