4 Escondida

Arianna se desvió hacia el bosque y pronto estuvo sobre una carretera de grava.

— Allegra, ¿Recuerdas aquel paseo de chicas que hicimos en el primer año de universidad?

— Sí, lo recuerdo bien.

— Bueno, me enamoré de ese lugar y compré la cabaña, quería hacer algo lindo ahí, pero ya sabes, el tiempo no da para mucho, creo que es el lugar perfecto para que te escondas por un tiempo, no es nada lujoso, sé que no está al nivel al que estás acostumbrada y hace mucho que no vengo, debe estar lleno de polvo y alimañas, supongo que tendremos que limpiar un poco y ponerla habitable, pero a nadie se le ocurrirá buscarte ahí.

— ¡Eres la mejor amiga que he tenido Arianna! Muchas gracias por tomarte tantas molestias para ayudarme.

— ¡Ejem, ejem! ¿Y yo donde quedo?

— Tú también Luca, en serio, chicos, no sé qué habría hecho sin ustedes…

— No es nada, ahora solo debes armarte de paciencia porque este lugar está alejado de la civilización y no hay teléfono, por ahora te quedarás aquí y fingirás que estás de vacaciones, unas muy largas Allegra, y cuando las aguas se calmen iremos contra ellos con todo.

El camino fue largo, Allegra les había contado todo lo sucedido durante el viaje, Arianna la escuchaba totalmente aterrada de cada palabra, los Romano eran implacables, nunca había escuchado tal crueldad en tantos años del ejercicio como Abogado.

— ¡Armaremos un caso y no sabrán que los golpeó! Nadie puede acusar de esa manera a otro sin pruebas, y mucho menos usar la violencia de esa forma, ese señor Giorgio Romano cree que es el amo del Valle, pero le mostrarás que no es así.

Llegaron a la cabaña, el paisaje natural era hermoso y contaba con agua corriente, pero no tenía electricidad, solo una cocina a gas y un calentador a leña para el invierno, pero no esperaban que llegara el invierno con Allegra allí… ¿O sí?

— Arianna, iré por comestibles, no hay nada aquí y ella no puede movilizarse caminando con ese pie, así — Dijo Luca observando que no había nada para comer.

— No cariño, yo lo haré, recuerda que tú eres el ex que la ayudó a huir… — Dijo ella con sorna — Regreso en un rato, ayúdala a poner esto en orden amor.

Se despidió la abogada dándole un beso y regresando al auto.

Luca arregló todo lo que el tiempo le permitió y dejó el lugar habitable para evitar que el polvo le causara daño a Allegra, conocía bien sus crisis de asma, así que se esforzó mucho, al cabo de un par de horas Arianna regresó con varias bolsas de alimentos, agua potable y medicina para el dolor y la inflamación.

— Vendremos la próxima semana y te traeré comida, ropa y un teléfono, tan pronto regrese, traeré también una pequeña planta eléctrica y combustible, así podrás cargar el móvil, hay suficiente leña cortada y seca, pero supongo que en esta época del año no la necesitarás — Y dirigiéndose luego a su novio — Cariño ¿comprobaste que hubiera gas?

— Sí, ya lo hice, alcanzará para la próxima semana.

La despedida fue triste, un largo abrazo y lágrimas rodando por las mejillas, cuando los chicos se fueron Allegra se quedó completamente sola y devastada. 

Era la Señora Allegra Rici de Romano, la esposa de uno de los hombres más ricos e influyentes de Italia, y ahora era una prófuga de la justicia, y todo porque a su concuñada le había parecido acusarla sin piedad de algo que no había hecho.

Allegra había pasado de estupor en estupor desde la acusación, ni siquiera había tenido tiempo para reflexionar en lo que estaba viviendo, solo había llorado la noche en que la sacaron como un perro bajo la lluvia, pero ahora se sentó sobre el suelo de madera de esa vieja cabaña en medio de la nada a pensar en su suerte.

Pasó las siguientes semanas completamente sola y deprimida, no se atrevía a irse por temor a que la atraparan. A veces lloraba desconsolada, pensando en cómo su amado Francesco se había prestado para hacerle tanto daño.

Mientras tanto, el odio y el rencor crecían en el corazón de Francesco, se odiaba a sí mismo por haber sido tan incauto y haber creído que Allegra era una buna mujer, estaba abatido, desconsolado y avocado por completo a la causa familiar de destruir a la que una vez había sido su esposa.

Luca y Arianna iban de vez en cuando a verla y a llevarle lo que podía serle útil, pero no podían quedarse mucho tiempo porque también estaban siendo investigados, Luca no fue preso porque Arianna era una abogada con garra y defendió su causa, pero eso no significaba que los Romano no tuvieran a alguien tras ellos, así que sus visitas se hacían cada vez más lejanas.

—Te traje esto — Le dijo Arianna dándole una cajita con un móvil nuevo — La línea está a nombre de una de mis secretarias, así que no la relacionarán contigo, pero no lo uses a menos que sea absolutamente necesario, no te expongas, ¿Está bien?

Allegra asintió. Estaba presa sin estar tras las rejas, sola, triste, abatida y odiada por el hombre al que amaba. La depresión la hizo bajar de peso y Arianna debió traerle unas vitaminas, también le hizo un cambio de look para animarla y para que no fuera fácil de identificar por si alguien llegaba a verla.

Arianna cortó su dorado y largo cabello al estilo Bob, corto atrás y más largo en el frente, dándole un aspecto atrevido y moderno que enmarcaba sus delicados rasgos, y lo pintó en un rojo cobrizo que resaltaba con sus enormes ojos del color del cielo.

— ¡Ya está Allegra!, dudo mucho que alguien sepa que eres tú…

La chica se miró al espejo casi sin reconocer su propia imagen, en otro contexto le habría encantado experimentar algo tan extremo como ese cambio, pero en las actuales circunstancias no le animaba en lo más mínimo.

La policía intensificó la investigación, los Romano aseguraban que la joven esposa del magnate financiero era la culpable de tan abominable hecho, y mientras tanto, Giorgio Romano no dejaba de visitar a Ginevra en el hospital, que se recuperaba lentamente, pues había requerido tratamiento psicológico. 

— ¿Cómo estás Ginevra? Sabes que no he podido estar más cerca de ti de lo que quisiera, mi mujer no me pierde paso, temo que sospeche de lo nuestro — Dijo Giorgio tomando su mano y besándola con deseo, ardía de pasión por la exuberante joven.

— Giorgio, ¡Sabes que te amo! Solo espero con ansias cada minuto contigo — Mintió descaradamente — Tengo una confesión que hacerte…

— ¿Qué cosa preciosa? Dime lo que sea.

— El bebé Giorgio, el bebé era tuyo.

El viejo bajó la mirada triste al suelo y luego levantó la barbilla de nuevo en actitud desafiante.

— Lo sé… por eso esa mujer pagará por lo que te hizo, ¡Nadie se atreve a meterse con lo mío y sale ileso!

— ¿Qué es lo que harás? — Preguntó con cara de niña buena y acariciándole la mejilla para endulzarlo mejor.

— La buscaré hasta debajo de las piedras si es necesario, ¡Pero te juro por nuestro bebé que estará presa muy pronto!, ¡Pagará con la cárcel por lo que nos hizo!

Una sonrisa de satisfacción más parecida a una mueca tosca se dibujó en el rostro de Ginevra, estaba hecho, había logrado engañar a todos y tenía al viejo multimillonario comiendo de su mano y ardiendo por ella, solo le quedaba seguir haciendo el papel de la viuda abatida por la pérdida de su hijo.

Y mientras tanto, seducir a Giorgio de la manera más vil para sacarle dinero, necesitaba planear su próximo paso, sacar a Fiorella de en medio, ya se había deshecho de su esposo Enrico, su muerte había parecido un accidente, había sacado de en medio a la estúpida de Allegra y ahora iría por Fiorella, así tendría el camino totalmente libre.

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