La luz del sol se filtraba entre las copas de los árboles, bañando la habitación del hospital con un resplandor suave.
Michael se frotó los ojos cansados y se quedó inmóvil al notar que Sophia lo observaba. Se irguió de inmediato, la preocupación afilando su voz.
—Sophia, ¿cómo te sientes? El doctor dijo que te desmayaste por lesiones menores. Estaba tan preocupado que pedí exámenes adicionales. ¿Te sientes mejor?
Su voz llevaba la misma inquietud de años atrás. Pero esta vez, no era pánico; era verdadera preocupación.
—Estoy bien, solo un poco de dolor de cabeza —murmuró Sophia, soltando un suspiro. Una leve sonrisa apareció en sus labios. La pesadez en su pecho se alivió, y sus ojos se suavizaron cuando lo miró—. Gracias por salvarme.
—No —replicó Michael enseguida—. Esto fue culpa mía. No supe explicarme y eso te hizo salir corriendo.
Sus ojos cayeron al suelo, cargados de culpa.
—Sophia, sé que estás enojada. Yo también lo estaría en tu lugar. Te mentí. Pero, por favor… déjame exp