Dave, sin notar el miedo que crecía en su interior, miró su reloj.
—Han pasado treinta minutos —dijo con frialdad, volviendo la vista hacia Reese—. ¿Quién te dijo que lo hicieras? Quiero respuestas.
Reese no respondió.
Wyatt se acercó rápidamente, con una sonrisa maliciosa que no alcanzaba sus ojos.
—¿Qué pasa? ¿No lo escuchaste? Después de todo lo que has hecho, ¿todavía no te decides? ¿De verdad no tienes miedo de morir?
Zane, en cambio, emanaba una calma firme.
—Solo dinos la verdad. Cuando lo hagas, nuestro jefe no te lo pondrá más difícil. Estás contratada por Emerald Artists Agency. Piensa bien, ¿sabes que casi arruinas la reputación de dos grandes compañías?
Su tono seguía siendo cortés, pero su mirada decía otra cosa. La vida en el mar lo había endurecido, como un hombre acostumbrado a enfrentar problemas.
Y Reese no podía olvidar que Zane fue quien la secuestró. Su voz tranquila solo aumentaba su miedo.
—Por favor… no te acerques… —murmuró al fin, con un hilo de voz tembloros