La recepcionista se levantó rápidamente en cuanto vio quién salía del ascensor.
Bianca se giró y sus ojos se abrieron de sorpresa.
Era Natalie King.
Los guardaespaldas altos avanzaron primero, seguidos por un grupo de asistentes que se apresuraban a abanicarla y ofrecerle agua, causando un gran alboroto.
—¡Señorita King, por aquí, por favor! —De repente, la recepcionista adoptó un tono extremadamente amable y servicial.
Natalie alzó la cabeza con orgullo, vestida con un elegante vestido rojo que resaltaba sus curvas, su cabello rizado cayendo con gracia sobre sus hombros. Su maquillaje ligero hacía que su rostro pequeño pareciera aún más delicado y cautivador. Su belleza era hipnotizante, atrayendo la atención de todos a su alrededor.
Mientras pasaba junto a Bianca, Natalie la miró brevemente, pero enseguida apartó la vista y siguió caminando con altivez hacia el interior del edificio.
—¿Qué hace Natalie aquí? —preguntó Bianca, confundida.
La recepcionista cruzó los brazos y soltó una