Diana soltó una risita y añadió:
—En fin, si no quieres admitirlo, fingiré que no dije nada.
La mirada de Diana dejaba claro que no le creía. Bianca se rindió y dejó que pensara lo que quisiera. Suspiró y no intentó aclarar nada más.
Pero entonces se detuvo. Algo no cuadraba. Se giró hacia Diana.
—¿Cómo lo supiste?
Solo ella y Dave sabían lo que había pasado anoche. Ella no había dicho una palabra, y Dave no era precisamente alguien que fuera contando esas cosas.
Frunció el ceño, desconfiada, y empezó a revisarse la ropa como si esperara encontrar algún dispositivo extraño escondido.
Diana puso los ojos en blanco.
—¿En serio? ¿Otra vez esa cara? —dijo—. No te espié.
Cruzó los brazos.
—Te llamé esta mañana. Dave contestó. Necesitaba consultarte unas cosas y me preocupé cuando no apareciste. No puedes culparme por vigilarte.
Entonces, con una sonrisa traviesa, le tomó la mano a Bianca.
—¿Adivinas qué dijo cuando contestó?
Bianca le lanzó una mirada cortante.
—¿Qué dijo? ¡C