Dave la miró brevemente antes de entrar al salón. Tomó su teléfono, marcó un número y se sentó en el sofá con el rostro impasible.
—No me iré hasta asegurarme de que estés tranquila y en tus cabales —dijo con frialdad, mientras deslizaba el dedo por la pantalla de su móvil.
El rostro de Skylar se iluminó de alegría.
¡Dave había decidido quedarse con ella!
Pensó que tal vez sí le importaba, después de todo.
Skylar cerró el puño derecho.
Esa cicatriz no era de cuando lo salvó.
En aquel entonces, solo se había arañado con unas espinas. Eran heridas pequeñas que sanaron rápidamente.
Nunca le mostró la mano porque no valía la pena: eran marcas insignificantes, y además le daba vergüenza enseñarlas.
Esa cicatriz… se la había hecho ella misma con un palillo antes de regresar al país.
La conservó como una esperanza secreta, pensando que algún día le ayudaría a conquistar a Dave.
Pero esa noche, frente a todos esos empresarios importantes, Dave había elegido a Bianca y destruido su orgu