Bianca alzó una ceja y preguntó—¿Te interesa la actuación?
Reese bajó la mirada pero asintió.
—Adelante. Mientras no interfiera con tus deberes, no hay problema —respondió Bianca con una sonrisa amable.
Reese levantó la cabeza sorprendida y sonrió ampliamente.
—¡Gracias, Bianca!
Para las once de la mañana, Reese ya había terminado todas sus tareas y se dirigió al aula de formación. Al llegar, se sintió abrumada, dudó en la puerta, sin atreverse a entrar. Observó desde el cristal mientras el instructor guiaba a los alumnos a través de distintas expresiones faciales.
Justo cuando comenzaba a disfrutar del ambiente, una risa estridente rompió el silencio.
—Jajaja, ¿esta empresa de pacotilla tiene artistas? ¡Han contratado a una gorda! Este mundo no es para la basura.
Reese se giró sobresaltada y vio a una mujer altiva, de brazos cruzados, que la miraba con desprecio.
—Ashley, ¿qué haces aquí? —la voz de Bianca cortó la tensión al salir de su oficina. Al instante reconoció a la visitante