Capítulo 3

Capítulo 3

Coloco el libro blanco sobre el resto, encima de la cómoda. Lo posiciono rectamente creando una columna de cinco libros, del más grande al más pequeño. Dejo mi mano apoyada sobre la portada y repaso con la yema de mis dedos las palabras que conforman el título. Me quedo embelesada en mi acción durante unos segundos antes de darme la vuelta y observar de nuevo la espaciosa habitación. Sobre la cama, con sábanas blancas, descansa mi cojín con la bandera de Canadá y, recostado en él, el peluche de mi infancia: Dumbo. En la mesita de noche del lado izquierdo se encuentra mi teléfono y mi cartera, mientras que en la de la derecha está el libro que tengo empezado y, sobre él, el collar que me quité en el aeropuerto por culpa del detector de metales y que no me he vuelto a poner. El armario se halla cerrado pero con su contenido lleno de prendas de ropa tanto veraniegas como  un poco abrigadas. En el interior del baño ya descansa, sobre la encimera del lavamanos, el neceser con todos mis utensilios. Todo está en su orden, pero siento que nada está en su sitio, aunque en realidad soy yo la que no está en su lugar. Este no es mi lugar.

Me dejo caer sobre el blando colchón, digno de una familia con un buen salario mensual. No me extraña el modo de vida de mi madre, lleno de muebles modernos y caros. Según lo que me comentó mi padre, mi madre es la subdirectora de la empresa que la contrató durante el divorcio. Dicha empresa es dirigida por su marido. Sí, Matthew es el director general de esa empresa. Supongo que fue allí dónde se conocieron y se enamoraron, dónde se creó esta parte de mi familia. Ambos en altos rangos, con un muy buen sueldo, se pueden permitir lujos como estos. Incluso más. En cambio mi padre, con ingresos medios, solo se puede permitir una casa adosada que mi abuela le ayudó a pagar al principio. Una casa pequeña, pero acogedora, una casa que ya añoro.

Alargo mi brazo para intentar atrapar el teléfono de la mesita, pero debo retorcerme un poco, ya que me he quedado más abajo de las almohadas. Compruebo la pantalla deseando tener algún mensaje, pero solo tengo un par de notificaciones de I*******m avisándome de que personas han iniciado un directo del cual no tengo el más mínimo interés. Sheila aún no ha contestado a mis mensajes y la conversación de mi padre ha llegado a su fin. Por ello me incorporo, quedando sentada en el borde lateral de la cama y abro uno de los dos cajones de los que componen la mesita de noche. Del interior saco el pequeño altavoz rosado con las letras blancas anunciando la marca. Realizo todos los procedimientos para conectar el aparato con mi teléfono y dejo que las primeras notas de Everytime de Simple Plan naden por el silencio de la habitación. Vuelvo a recostarme en la cama con mi mirada fija en el techo blanco, impoluto, sin ninguna mancha. Muevo los labios gesticulando las palabras de la canción, pero emitiendo un leve susurro. Cierro los ojos con lentitud dejándome envolver por el resto de la melodía, pero no llego a evadirme de mi alrededor cuando unos fuertes golpes me hacen abrirlos al instante. Me mantengo desconcertada un segundo, antes de que los golpes se repitan, pero esta vez acompañados de una voz.

– ¡Quita esa b****a! – grita a través de la pared. Es Trey. Insiste de nuevo en la pared vociferando con firmeza. En un acto de venganza, por molestarme y criticar mis gustos sin respeto, aumento el volumen al mismo tiempo que la canción cambia a Back in Black. Una sonrisa de suficiencia se forma cuando sus ruidos son opacados por la voz de Brian Johnson y los instrumentos.

La puerta se abre de golpe y por un segundo espero ver al chico con una mueca cabreada, pero con lo que me encuentro es peor. La mirada gélida de mi madre, con sus labios apretados, provoca que baje el volumen a la mitad a la vez que me pongo en pie.

– ¡¿Se puede saber qué narices estás haciendo?! –. No contesto –. No sé como se comportará tu padre, ni la libertad que te dé para hacer este tipo de escándalos, pero aquí no los permitimos. La música a un volumen bajo o si no te colocas unos auriculares –. Quiero rebatirle sobre la implicación de mi padre en mi educación y compararla con la suya – nefasta claramente –, pero me mantengo callada –. Ahora para eso y baja a cenar.

Asiento con la cabeza y la observo desaparecer dejando la puerta abierta. Suelto un suspiro con los ojos cerrados antes de darme la vuelta echando la cabeza hacia atrás. Apago el altavoz y adentro el móvil en mi bolsillo trasero. Una vez en el umbral veo como Owen y Holly salen de la habitación del primero y corren hacia la planta baja. Muevo mis pies, casi arrastrándolos, hasta el inicio de la escalera donde un pequeño ruido me detiene. Trey me está chistando apoyado en el umbral de su habitación. Me dedica una sonría chula antes de hablar.

– ¿Quién se la ha cargado por no hacerme caso? – su tono denota chulería, lo que me enerva en potencia. Separo mis labios a punto de pronunciar palabra, pero él añade: – Será mejor que bajes si no quieres otro regaño –. Se separa del marco y se vuelve a adentrar a su habitación. Este chico me ha sacado de quicio y apenas llevo dos horas en esta casa.

Agitando la cabeza para eliminar cualquier pensamiento que este ligado a él bajo las escaleras y me dirijo hacia la única dirección que aún no he explorado, el arco por donde desaparecieron mi madre y Matthew. Supongo que ahí se debe encontrar la cocina y el comedor, ya que son las únicas estancias que aún no he recorrido. Lo confirmo una vez me sitúo en la entrada. Ante mí, un espacio amplio que es formado por una cocina americana con muebles de mármol en tonos blancos y negro, unida al comedor con muebles del mismo estilo y color. Alrededor de la mesa de cristal rectangular se encuentran Owen, Holly y mi madre, mientras que Matthew se ocupa de servir los platos en la cocina y llevarlos a la mesa.

– Te he guardado un sitio a mi lado – comenta Holly en mi dirección, provocando que la mirada de todos caiga sobre mí. Con una sonrisa ladeada me posiciono en la silla a su izquierda. En este lado de la mesa nos sentamos Owen, Holly y yo, y en frente mi madre – en frente de Holly –, Matthew, quien toma asiento una vez ha terminado de servirnos a todos, y supongo que el último hueco libre – enfrente de mí – lo ocupará Trey.

El plato que Matthew posiciona frente a mí contiene un trozo, bastante considerado, de pastel de carne con un acompañamiento de verduras, entre las que se encuentra el brócoli. Será muy bueno para la vista, pero no lo soporto, nunca lo he hecho. Miro a mi madre, quien debería saber mis gustos, y su atención está en la conversación que está llevando a cabo con su nuevo marido. No sé que esperaba, desde que se mudó aquí su interés por mí ha disminuido notoriamente. Es obvio que no se va a acordar de que detesto el brócoli. Pero decido no comentar nada, solamente me centro en comerme el pastel de carne y las verduras, apartando los trozos que se interponen por el camino. Owen habla con Holly sobre coches de verdad, de juguete o una serie de coches. No estoy del todo segura, solo sé que el tema tiene relación con los coches. Por otro lado, mi madre conversa con Matthew sobre algún tema del vecindario. No le presto atención a ninguna de las conversaciones, mi mente divaga entre pensamientos y deseos de estar de nuevo en Salt Lake e ir a cenar con Sheila para terminar viendo una película en el sofá junto a mi padre. En vez de tener el televisor enfrente, tengo una silla vacía que pienso que va a ser ocupada en cuanto escucho como unos pasos se acercan.

– Al fin te dignas a aparecer – le reprende Matthew a Trey, quien solo rueda los ojos con cansancio –. Se te va a enfriar la cena.

– No voy a cenar – acota el castaño frotándose una mejilla –. ¿Me puedes dar dinero para tabaco?

– ¿Vas a salir? – pregunta mi madre adentrándose en la conversación una vez se gira y apoya sus brazos en el respaldo de la silla. Trey la mira como si le pareciera mal la presencia de la mujer y una parte de mí no lo culpa –. Tu padre te dijo que tenías prohibido salir.

– ¿Me das pasta o no? – repite la pregunta en dirección a su padre ignorando completamente las palabras de mi madre. Matthew lo mira serio durante unos segundos, en lo que recibe murmullos de su mujer.

– No – sentencia poniéndose en pie –. Y te he dicho que estás castigado, no piensas salir de esta casa durante el resto de la semana –. Por un momento pienso que Trey va a suplicar, pero lo descarto cuando veo su rostro totalmente neutral como si le fuera indiferente cada una de las palabras dichas por su padre.

– Bien, pues le pediré dinero a Joshua – informa al tiempo que pasa al lado de su padre y se acerca a su hermano. Le revuelve el pelo mientras le dedica una sonrisa –. No te acuestes tarde, enano –. Owen asiente con una amplia sonrisa. Trey vuelve la mirada a su padre y todo rastro de sonrisa se ha esfumado –. Me voy.

– ¿Qué te acabo de decir? – cuestiona Matthew, pero su hijo ya se encuentra huyendo de la escena. Dispuesto a que las cosas no se queden así, el adulto lo sigue hasta que sale de mi campo de visión. Aun así el volumen de sus voces es suficientemente alto como para escuchar la conversación con nitidez –. No vas a salir hoy.

– Claro, papá – ironiza.

– Deja las llaves ahora mismo – el tono autoritario parece no hacer efecto, ya que un par de segundos después se oye un portazo dando por finalizada la discusión y con ella el intento de control de un padre a su hijo. Matthew vuelve unos segundos después al comedor, donde reina el silencio. Me sorprendo al ver como Owen y Holly han estado comiendo tan tranquilamente, como si esta situación fuera lo más común. «¿Será que esto ocurre a menudo?» –. Lo siento mucho, Vega –. Conecta su mirada con la mía –. No es la mejor primera cena familiar, pero Trey es... bueno, él... es así.

– No pasa nada – miento. Sí, sí que pasa. Esto no es una cena familiar, es solo una cena entre un grupo de personas de dos familias distintas que han decidido unirse para crear una nueva donde yo, claramente, no encajo. Observo mi plato, del que solo he dado un par de bocados, y lo aparto con mi mano, alejándolo de mí –. No tengo mucha hambre. ¿Puedo irme a mi habitación? –. Nunca he pedido permiso para ello, pero teniendo en cuenta que no conozco a Matthew y que no sé cómo actúa mi madre en la vida cotidiana creo que es conveniente que lo haga. La mirada de mi madre denota desacuerdo, pero la voz del hombre se adelanta a la suya.

– Claro, no pasa nada – asiente con una sonrisa. Intentando devolverle la acción me pongo en pie y, sin molestarme a recoger el plato, ya que no sé que hacer con él, me dirijo hacia la entrada. Antes de traspasar el arco la voz de mi madre me frena.

– Cámbiate de ropa que vamos a salir. ¿O quieres salir con la misma ropa con la que has viajado? –.«E ido al instituto», completo mentalmente. Llevo despierta desde las siete y cuarto de la mañana, he ido a clase, cogido un avión e instalado en la habitación, lo último que quiero es salir. Lo que más deseo es adentrarme en el caro colchón y dormir hasta saciar todo mi cansancio.

– ¿Tengo que ir obligatoriamente? – cuestiono a la vez que realizo una mueca con los labios. Mi madre me lanza una mirada en desacuerdo y no es necesario que diga nada más –. Está bien, ahora me cambio.

Subo las escaleras con una gran pesadez, como si el cansancio acumulado se hubiera apoderado de mi cuerpo en este preciso momento. Una vez me adentro en mi habitación puedo sentir como la cama me llama, pero debo ignorarla y caminar hacia el armario. No me molesto mucho en escoger mi ropa, al fin de cuentas nadie de esta ciudad me importa lo suficiente como para que me afecte su opinión. Un pantalón corto estilo mom de color negro, un jersey de manga larga gris – puede que aquí haga frío por la noche – y mi chaqueta tejana. Estoy observándome en el espejo cuando la puerta se abre sin ni siquiera avisar. Mi madre se encuentra en ella mirándome con enfado. Ruedo los ojos y suelto un suspiro esperando a que sus palabras sean lanzadas.

– Que sea la última vez que te levantas de la mesa sin comer y mucho menos si el resto no ha terminado – comienza su discurso –. Eso no son modales. Como se nota que vives con tu padre –. Su comentario enciende una chispa en mí, pero la controlo porque apenas tengo fuerzas para enfrentarla. Además de que es el primer día y sé que habrá muchos más como ese –. Estás advertida –. Ignoro la mitad de sus palabras y centro mi atención en la punta de mis pies –. ¿Estás lista? – pregunta captando mi mirada de nuevo. Asiento sin emitir sonido –. Pues vamos.

Agarro mi teléfono y auriculares – que siempre llevo encima – antes de seguirla por toda la casa hasta el exterior donde Holly, Owen y Matthew nos esperan junto al coche de mi madre. Esta vez me toca ir en los asientos de atrás y, por desgracia, entre ambos niños, que mantienen una conversación por encima de mí.

– ¿Y a dónde vamos? – pregunto mirando como mi madre da marcha atrás para salir del camino de la entrada. Una vez saca el coche de su lugar vuelve la vista al frente y me contesta:

– A Ocean Beach.

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