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Se giró hacia ella, con el rostro parcialmente ensombrecido por la sombra, con esa sonrisa torcida. "No, no me gustas".

Maldita sea. Aún sabía exactamente qué botones tocar. Pero ella no iba a morder el anzuelo. Iba a mantener la calma. "Sí, me gusta".

"Tenemos que ponernos al día".

Su mirada se desvió hacia la parte delantera de la camisa raída y demasiado grande, y la sonrisa pasó de divertida a carnal. ¿Qué clase de puesta al día creía exactamente que estarían haciendo?

"Me encanta que te guste usar camisetas para dormir. Normalmente las mías hace unas semanas". Metió los pulgares en los bolsillos delanteros de sus vaqueros y algo peligrosamente ardiente brilló en sus ojos. "Dijiste que te gustaban porque olían a mí".

Se cruzó de brazos y le lanzó una mirada gélida. Impertérrito, la miró de arriba abajo.

"Y veo que, como siempre, esperas a que se te seque el pelo para cepillarlo". Odiaba que la conociera tan bien. "Tienes que irte", dijo. "Tengo trabajo que terminar".

Él no se movi
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