CAPÍTULO 5

Después de decidir que nos iríamos para Costa Rica, Scott empezó a ocuparse del viaje, dijo que podíamos irnos mañana en la noche o dentro de dos horas, sea hoy o mañana tendré que irme y cuánto antes mejor, por lo que decidí que sería mejor salir en el que sería en dos horas.

Preparé mis maletas con la ayuda de mis empleadas, ellas lloraban porque no querían que me fuera, les dije que cada tres o cuatros meses vendrían, ellas seguirán cuidando la casa y yo les voy a depositar su sueldo como siempre.

De mi padre me lleve la agenda, álbumes de fotos, y una de sus camisas, todas olían a él. Sin poder evitarlo mis lágrimas se derraman.

—Me voy porque tengo que cumplir mi palabra, porque sé que tu amor me acompañará y porque sé que siempre estarás conmigo. — digo en medio del llanto.

—Hora de irnos amiga. —Mio me abrazó por detrás.

—¿Crees que algún día deje de llorar tanto?

—Si, algún día lo recordarás con tanto amor y cariño, que estoy segura que en lugar de llorar, sonreirás, y si lloras ya no te dolerá como te duele hoy.

—Gracias amiga, ¿qué haría yo sin ti?

—Pues no lo sé, pero eso no lo sabremos nunca.

Me despido de todo el personal, de la casa, antes de montarme al auto, mi mirada se dirige a la casa, observo la ventana de mi cuarto y a la par la del cuarto de mi papá, ya casi cumplo 24 años, y hace casi un año mi padre me trajo serenata y un ramo de rosas blancas inmenso, respiro profundo y me meto al coche.

De camino, mis pensamientos están sumidos en tantos recuerdos que estoy dejando, espero que el destino me depare algo bueno en ese país el cual no he visitado desde hace tres años.

—Llegamos amiga, ¿no estás ni un poquito emocionada?

—La verdad, sí, siento una ansiedad, que no puedo explicarlo.

—Nenas bellas, hay que ir a registrar las maletas, así que vamos que ya más bien vamos tarde.

Hacemos todos los trámites respectivos antes de viajar, al subirme al avión, mi asiento está detrás de mis amigos, que mal.

Una vez sentada, miro por la ventana, dejando el país que me vio crecer.

En eso alguien se sienta junto a mi, giro mi cabeza y observo una mujer joven algo nerviosa y preocupada. ¿Qué tendrá?

El vuelo dura solo una hora, así que trato de ponerme cómoda, para ponerme a leer la agenda de mi papá, pero unos sollozos me hacen volver a ver a mi acompañante de asiento.

—¡Perdona!, ¿Te sientes mal?

—Tengo miedo de que me encuentre, él me quiere matar. — mis ojos se abren a más no poder, ¿Me estará hablando en serio?

—Perdona, no debí decir eso.

—Tranquila, no hay problema, ya estás a salvo.

—Eso espero. 

—¿Cómo te llamas?

—Elizabeth, ¿Y tú?

—Natalie, mucho gusto. ¿Vas donde algún familiar?

—No, no conozco a nadie, mi futuro es incierto, pero saldré adelante. ¿Y tú tienes algún familiar?

—Sí, pero no voy por ella, mi padre murió hace dos días y yo pues tengo que cumplir su última voluntad, pero primero tengo que acomodarme con el trabajo y el apartamento.

—Siento lo de tu padre, y por lo menos tienes un trabajo y un techo.

La miro y me da lástima, sé que a las personas no hay que tenerles lástima pero no puedo evitar sentirlo por ella, y lo que voy hacer se que mi padre me apoyaría.

—Mira no puedo prometerte nada, pero cuando aterrizamos hablaré con mi mejor amiga, haber si podemos llevarte con nosotras, y le preguntaré a su novio si puede ayudarte a conseguir trabajo para ti. — le digo con una sonrisa.

—¿Enserio? — asiento con la cabeza y ella se ataca a llorar, yo la abrazo y trato de calmarla.

—Gracias, gracias. —Dice en medio de sollozos.

—No me agradezcas aún, tengo que hablar con mi amiga.

—De igual forma agradezco tu intención de ayudarme, nadie en esta época ayuda a nadie sin interés de nada.

—Lo sé, pero no puedo evitar ayudar si alguien lo necesita, ya más adelante cuando confíes en mí, me contarás qué te pasó.

Ahora es ella quien asiente con la cabeza para luego bajarla.

La hora se pasó rápido, Elizabeth se vio más relajada. Al llegar a Costa Rica y respirar aire nuevo me sienta bien.

Al salir del Aeropuerto, puedo sentir como Eli camina detrás de mí, por lo que me giro hacía ella.

—Espérame ahí sentada, quieres. — le digo señalando unos asientos. Ella se gira y se va a sentar.

—Mio, Scott— ellos se giran al oírme llamarlos.

—¿Qué pasa amiga?

—¿Ves esa mujer que está allí sentada, de vestido azul y cabello castaño? — asienten —Pues no tiene trabajo, ni un techo donde vivir, escapó de Panamá porque alguien quería matarla y….

—Nat — me interrumpe Mio— sé lo que quieres hacer, pero creo que no es una buena idea.

—¿Por qué? Bien sabes que reconozco a una persona si tiene buena intención o no, es un instinto que también tenía mi padre. Y se que ella es buena, y está sufriendo.

—Ok, tu ganas puedes venir con nosotras, pero igual la tendré vigilada.— la abrazo y miro a Scott.

—Está bien Nat, le conseguiré trabajo, pero ocupo saber de qué huye, sabes que como abogado la puedo ayudar.

—Sí, hablaré con ella más tarde, tal vez si ve que queremos ayudarla, ella confíe en nosotros.

—Me parece muy bien, ahora llamala y vámonos.

—¡Elizabeth!— ella me mira, yo le hago señas para que se acerque, y lo hace. 

—¿Sí? — dice algo nerviosa.

—Mira, ellos son Miosotis pero yo le digo Mio de cariño, es mi mejor amiga, mi hermana. Y el Scott es el novio de Mio, mi cuñado, chicos ella es Elizabeth, o Eli, ellos han dicho que sí. — Eli se emociona. 

Una vez con las presentaciones hechas, nos fuimos para nuestro nuevo hogar, quise comprar un lugar donde se viera todo San José, por lo que la casa está en Santa Ana.

(...)

Después de dos horas ya estamos en casa e instaladas. Eli no deja de agradecer, ella, Mio y yo hemos conectado muy bien las tres, Eli nos dijo que con ella solo cargaba documentos y el dinero que le dejó su padre, pero casi nada de ropa. Le pedí las tallas y decidí ir al centro comercial más cercano, iré a comprarle ropa, y se que si le digo no me dejará, por lo que decido ir sola. Scott nos dejó uno de sus autos, así que iré en él.

Al llegar al centro comercial el parqueo estaba repleto, tendría que ir a uno que estaba como a cuatro cuadras de donde estaba. 

Cuando voy caminando hasta el centro comercial voy pensando en mi papá, pero en eso un fuerte sonido de llantas al frenar, y el olor a llanta quemada llega a mi nariz, levanto mi cabeza y un auto viene a mi dirección, quedó completamente paralizada.

El auto logra golpearme, no muy fuerte pero el susto y el miedo han podido conmigo.

—Perdón, perdón te juro que trate de frenar, no fue mi intención.— me dice un hombre cuyos ojos son los más hermosos que he visto.

—Eres… un.. idiota...— digo apenas en un susurro.

—Lo sé, lo siento ¿como te llamas?— Sé lo que hace, pero no puedo mantenerme despierta por más de que quiera.

—Nat… Nathalie. —es lo último que puedo decir antes de caer en un profundo sueño.

… 

—Poco a poco abro mis ojos, me veo en una habitación de hospital, que por lo que se ve es uno caro, mi mirada observa en toda la habitación, hasta que mis ojos se conectan con unos ojos verdes hermosos.

—Al fin despiertas, me tenías asustado, perdón por el susto que te causé.

—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?— Mio me va asesinar si no aparezco rápido en la casa, o por lo menos si no le avisó nada.

—Una hora, no tienes nada grave, te desmayaste del susto, y tienes unos pocos raspones.

—Eres un idiota, ¿como puedes manejar de esa manera? ¿Acaso estás loco?

—No, ya te dije que lo siento, hace como 15 minutos te llamaron al celular por lo que conteste y di tú paradero, espero no te moleste.

Yo asiento y él continúa.

—Mira tengo que irme, tengo algo muy urgente que salió de último momento, ¿crees que puedas quedarte sin mí? 

—Claro no soy tonta.— me mira de una manera extraña

—Ok, yo vendré en la noche, para ver como sigues, y para que tu amiga me mate, ya que me amenazó. En fin te dejo. —da la vuelta para salir, pero antes de salir de la habitación se giró para verme. — Cuidate — yo asiento él sale y se va.

Cierro mis ojos y recuesto mi cabeza en la almohada, ese hombre me desconcierta. A los minutos Mio llega histérica y preocupada.

—¿Dónde está ese desgraciado?, voy a matarlo.

—Amiga tranquila, estoy bien.

—¿Dónde está?

—No lo sé, quieres por favor tranquilizarte, respirar y sacarme de aquí.

—¿Estás segura que te sientes bien?

—Sí, así que o me sacas de aquí o me voy sola.

—Estás demente si crees que te dejaré irte sola, voy a pagar para largarnos de aquí.

Yo asiento y la loca amiga sale de la habitación. Tengo que irme antes de que él regrese, no quiero verlo nunca más, ya que me inquieta muchísimo.

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