Él vio.

Todo.

Al menos me depilé, lo contrario habría sido terriblemente vergonzoso. Dijo que era bonito. Nadie antes había dicho que mi vagina era bonita.

Él debe pensar que soy una completa zorra por no llevar bragas ayer.

Ya estamos afuera nuevamente.

Miro a Lincoln desde detrás de mis gafas de sol.

Hoy lleva un chándal sencillo y una camiseta, como todos los demás, pero va vestido con las mejores marcas. Le sienta de maravilla la ropa deportiva. Va rebosante de ropa de diseño y luce un reloj vintage carísimo en la muñeca. Eso sí que lo dice todo.

Si él me buscó en Google, yo puedo buscarlo, ¿no? Es justo que lo haga.

¿Quién eres, Lincoln Black?

Mis ojos se fijan en los músculos abultados de su brazo, que tiene doblados sobre el pecho, mientras charla tranquilamente con Rio. Lincoln es guapísimo. Griego, nada menos, e incluso habla el idioma. ¡Qué deslumbrante!

No me extraña que se broncee tan bien. Ya lleva ventaja, con su herencia corriendo por sus venas.

Se ríe con naturalidad,