Mis secretarias anteriores nunca me habían sugerido eso. «Tomo el café solo, sin azúcar». Apoyo mi frente en la suya y le abrazo la cara con las manos, algo que no debería hacer.
—Tomado nota.— Sus pestañas revolotean contra mi mejilla y me imagino que es como se sentirían las alas de una mariposa en mi piel: suaves y delicadas.
—Sólo atiendo llamadas entre las diez y las once en los días que no estoy en el tribunal—.
—Bueno.—
—Sea cual sea el salario de auxiliar de archivo que te ofrecimos, lo triplicaré si aceptas ser mi secretaria—. Si busca un equilibrio en su vida, no le parecerá bien para mí.
—Acepto.—
Sabía que lo haría. El equilibrio entre vida laboral y personal claramente no es su prioridad. Descubriré qué la trajo aquí y por qué renunció a un puesto de menor categoría.
—Buena chica.—
Sabiendo cómo la afectan mis elogios, en ese momento se estremece y se muerde el labio inferior entre los dientes.
Me pone la palma de la mano en la camisa, y su tacto me hace reconsiderar mi p