Diego la observó marcharse a través de las rendijas de la choza, apretó los puños con fuerza, no esperaba que ella rechazara la oferta. Pensó estúpidamente que estaría feliz de dejar los campos y de ocupar su lugar como esposa, era lo más lógico de pensar, sin embargo, ella parecía empeñada en demostrar lo equivocado que estaba. Ella lo confundía totalmente y ya no sabía qué pensar.
—¿Qué es lo que pretendes Grecia? ¿Es esta una nueva manera de venderte? ¿Quieres volverme loco? —se preguntó con los dientes apretados, giró sobre sus talones y salió de la choza antes que los recuerdos de la noche anterior se colaran a su mente, no podía ir por ahí con una carpa de circo en los pantalones cuando tenía la intención de vigilarla.
Y eso fue exactamente lo que hizo, en la distancia la vigil&o