Punto de vista de Michelle
Solo había vuelto a la casa de Eliot por una noche, y ya me sentía como si hubiera envejecido cinco años. Las paredes en sí se sentían pesadas, sofocantes, casi como si llevaran todas las mentiras y traiciones susurradas que Eliot había contado. No podía respirar aquí.
No podía relajarme, joder.
Y lo peor de todo es que realmente extrañé a Hayden.
El pensamiento me hizo presionar una palma contra mi pecho. Lo extrañé. Mi hijastro. El hombre que había jurado no pensar de esa manera. Pero la verdad era pesada e innegable dentro de mí: su presencia había sido mi consuelo, su voz mi ancla. Y ahora, rodeado de pisos de mármol y candelabros fríos, solo me sentía vacío sin él.
Saqué mi teléfono antes de que pudiera pensarlo demasiado y marqué su número.
Cogió el primer anillo. "¿Michelle?" Su voz era aguda, urgente. "¿Qué pasa? ¿Hició algo? ¿Necesito ir a buscarte?"
Parpadeé en la pantalla, sobresaltado. "¿Qué? No, no, Hayden, cálmate. No pasó nada".
"No me mientas