Capítulo 22: Una ausencia.
Brad observó desde la ventana cómo Rosalinda salía de su casa, su andar ligero y seguro. Una sonrisa astuta se dibujó en sus labios, una que revelaba más que simple complacencia.
Era el presagio de una cacería; había olfateado la traición en la sangre de Rosalinda y de su padre hace mucho tiempo, algo oculto que ahora se desenredaría ante sus ojos como un hilo fatal.
Salió al patio y dio la orden.
—Vigilen a Rosalinda —ordenó con voz baja a uno de sus hombres más confiables —No pierdan detalle de lo que haga—.
Con la mandíbula tensa, los vio partir sigilosos, como sombras entre los árboles.
Regresó al salón y se dejó caer en la silla de cuero junto a la ventana, su mirada perdida en el crepúsculo.
Recordó aquel día nefasto, cuando Rosalinda se le acercó y olió en ella a Yara, tanto Leo como él sabían que había algo extraño, pero antes de que pudieran analizarlo y reaccionar, sintió cómo le clavaba la aguja con la agilidad de un felino.
La sustancia que le inyectó apagó la fur