Extra.
La puerta se abre y el alboroto es increíble. Las risas, los abrazos, los besos; todo se hace notar a mi alrededor y no puedo estar más contenta.
Todos hacen lo mismo con Mauricio y con los niños, mientras Fede me ayuda con las bolsas de regalo que traigo de Italia. Las niñas corren a jugar con sus primitos y yo abrazo a mi prima luego de dos años sin verla.
—La mejor navidad de todas es cuando traes a mis consentidas —dice Fede, sonriendo.
—No sabes cuánto extrañan a la familia. En especial a Mateo y a Elena —digo, mirando a mis pequeños jugar con los pequeños de Federica y Sebastián.
— ¿Estás diciendo que no quieren a Cristiancito y a Darío? —pregunta Fede, alzando una ceja.
—Escuché que nombraron a mis hijos, ¿qué hay con ellos? —interfiere Montse y las tres nos abrazamos, mirando a nuestros retoños.
Mateo es el mayor, luego le sigue Darío, Margarita y Teresa (mis gemelas), Elena y Cristiancito que es el más bebé de todos, está aprendiendo a caminar apenas.
—Nada, que los extrañaba.