—Querida tía, realmente nos estás inculpando. No ha ocurrido nada de lo que estás sugiriendo, y no lo admitiremos— La cara de Ken mostraba cierta incomodidad.
Claus y Rosalía parecían haber descubierto, lo que habían hecho él y Jairo, pero frente a tantas personas, Ken no podía admitirlo, y tampoco quería hacerlo. Este asunto o no era algo muy mínimo, era una cuestión bastante delicada; reconocerlo significaría el fin absoluto de los abuelos Andrés y Andrían.
—Sí, tía, necesitamos ver pruebas antes de aceptar tus afirmaciones—Jairo siguió justificándose.
Sin embargo, bajo la mirada de Claus y Rosalía, comenzaron a sentirse cada vez más intimidados. Incluso la frente de Jairo empezó a sudar. Sentía un miedo intenso por lo que pudiera suceder, el futuro que tenía por delante y todas las alegrías que aún no había experimentado; no quería renunciar a ello.
Ken estaba un poco más sereno, en comparación con Jairo, quien estaba completamente fuera de sí. Cualquiera que los viera, entender