Estrella subió al coche de Claus.
En el camino, Claus le dijo:
—Muchas gracias, señorita Galve.
Estrella sentía la amargura en el corazón, pero solo podía responder:
—No hay de qué. Es lo que debo hacer.
En realidad, se arrepintió mucho… Pero, si no le hubiera aceptado, Claus definitivamente habría sospechado de ella. No tuvo otra opción.
Claus se sentó a su lado, con las piernas largas cruzadas, y puso las manos sobre las rodillas. Era una postura muy común, pero ahora parecía muy elegante. Le hizo una pregunta a Estrella:
—Señorita Galve, ¿es usted doctora de profesión? Parece muy joven. ¿Acaba de graduarse de la universidad?
Estrella no pudo evitar sentirse curiosa: Claus era una persona de pocas palabras en la vida diaria. ¿Por qué hoy estaba tan interesado en ella?
Si no estuviera interesado en esta persona, sería imposible que le hiciera tantas preguntas…
Acaso, ¿quería saber más sobre ella porque ella iba a visitar a la abuela?
Solo eso explicaba las cosas…
Estrella estaba un po