Estrella no retiró la mano, siguió a la Señora Yáñez y se sentó en el sofá.
—Abuela —dijo educadamente.
Abuela, esa forma de llamarla hizo sonreír a la Señora Yáñez, ella palmeó la mano de Estrella Sánchez.
—Eres tan buena chica, no te pongas nerviosa, a partir de ahora todos somos familia, si necesitas algo, puedes acudir a la abuela, yo te apoyo.
Estrella tiró de la comisura de los labios y pensó para sí.
¿No podía estar nerviosa? Se iba a casar con un lunático maníaco; la razón por la que la anciana dijo eso fue para tranquilizarla, ¿no?
Esta noche, quién sabía a qué se iba a enfrentar.
Estrella siempre había sido una persona que tomaba las cosas como venían. Ya había pasado por circunstancias tan difíciles, así que, ¿qué miedo le podía tener a la familia Burgos?
No tenía sentido retroceder cuando ya todo estaba hecho.
Si este es el caso, entonces ella debería luchar por sus propios derechos e intereses.
Estrella miró a la Señora Yáñez, sus ojos llorosos y brillantes se inundaron d