Cuando una madre tenía cachorros, no importara como estos fueran o se comportaran seguían siendo parte de su sangre. El lazo era demasiado fuerte y si este se rompía podría enloquecer a cualquiera de ellos.
O esto fue lo que creyó Lukyan.
Respiraba agitado. Sus manos se abrían y se cerraban. Oía el corazón palpitarle en los oídos. Podía permitir que Sylas destruyera su propio cuerpo, que lo violara cuantas veces quisiera pero que atacara a uno de sus hijos era algo que él no podía aguantar.
Lo escuchó acercarse transformándose nuevamente y acomodando sus órganos mientras se lamía la sangre que había en sus dedos, como saboreando el manjar que había disfrutado.
-Sabe asquerosa- rio –No te preocupes mi reina, te daré más hijos cuando lleguemos. Uno que hayas perdido no hará la diferencia-