Lukyan sabía sobre muchas cosas. Era un lobo inteligente que aprendía muy rápido, conocía acerca las manadas y sobre la anatomía de los lobos. Había aprendido a como intentar ser una buena madre para sus cuatro hijos y su nuevo cachorrito de dos años, Aidan. Pero había una cosa que no sabía… y era qué le regalaría a su esposo el día de su cumpleaños.
Y eso le estaba rompiendo la cabeza en mil pedazos. Porque quería darle a Dante algo muy, pero muy especial. Él se lo merecía, y no tenía idea que podía estar a la altura.
–… na… Rei… na… Reina –la voz de Dmitri lo sacó de su retardo.
Él alzó la cabeza y pestañeó varias veces.
–¿Qué ocurre? –recuperó la compostura.
Dmitri se sentó frente a él, con el escritorio de por medio, y le puso unos papeles delante.
–Eso mismo me pregunto yo –el lobo y él estaban trabajando, en ese momento, en la organización de la guardia de la manada para aligerarle el trabajo a Dante– Ha estado algo entretenido desde hace dos días. Le preocupa nuestro cumpleaños