—No me hagas esto, Elizabeth —gruñó, mirándome fijamente.
—Entonces no me mires —respondí, simple.
—Más fácil sería prenderle fuego al agua.
—Espera aquí.
Tomé ropa del armario y volví al baño para vestirme. Elegí un atuendo completamente negro, que combiné con una gabardina roja. Al salir del baño, recogí mi cabello en un moño y me maquillé.
—¿Crees que a tu madre le guste mi manera de vestir? —me miré en el espejo.
—Da igual lo que piense. Además, ¿cómo podría no gustarle? Estás preciosa.
Me acerqué y le di un tierno beso en los labios. Ahora que lo pienso, no me di cuenta en qué momento nuestra relación avanzó tanto. Se supone que somos una pareja falsa, pero actuamos como tal y, además, nos besamos.
—Vamos —susurré, pegada a sus labios.
—Solo uno más.
—No, vamos.
Se quejó, pero finalmente se separó. Me tomó de la mano y bajamos directo al salón, donde encontramos a la señora Anna discutiendo con una joven. La observé; seguramente, ella es la hermana de Henrik. No se parecen mucho.