El chofer regresó poco después, cargando unos aperitivos. Durante el resto del recorrido, me limité a mirar el paisaje mientras disfrutaba de un helado que habían traído.
Después de unas horas de viaje que se me hicieron eternas, finalmente llegamos a Brujas, y quedé completamente fascinada. La ciudad era bellísima, mucho más de lo que había imaginado. Estaba asombrada, y cómo no, con un paisaje así.
—¿Hermosa, verdad? —preguntó Henrik, observando mi reacción.
—Definitivamente —suspiré, embelesada.
—En las noches es aún más bella.
—Debes mostrarme —exigí, haciendo un puchero.
—No te preocupes, lo haré.
El auto se detuvo frente a una enorme casa. Debo admitir que era preciosa; no se veía tan antigua como la de Henrik, pero tenía un diseño colonial encantador.
Bajamos del auto y, aunque intenté mantener la calma, no pude evitar sentirme nerviosa. La idea de conocer a esas mujeres, seguramente muy refinadas y educadas, me ponía los nervios a flor de piel. Además, Henrik h