La puerta seguía cerrada entre nosotros, pero su aroma se filtró—cedro cálido, cítricos dulces y un leve rastro de problemas. Mis dedos se cerraron alrededor de la perilla, el pulso retumbando de forma irritante en mis oídos.—¿Perdón? —dije al fin, todavía detrás de la puerta—. ¿Acabas de decir que compraste el edificio?—Así es —respondió Jaxon con facilidad, como si habláramos del clima—. Todo el bloque, en realidad. Fue un buen trato. No tenía idea de que vivías aquí hasta que se cerró la venta esta mañana. Una pequeña sorpresa.Abrí la puerta lo justo para ver su rostro.Se apoyaba en el marco, botella de whisky en mano, pareciendo la mala decisión de todas las chicas envuelta en un traje de mil dólares. Su cabello estaba despeinado de esa forma deliberada de no me importa, pero claramente sí. Su sonrisa ladeada era igual de irritante que como la recordaba.Claro que tenía que aparecer hoy.—¿Estás aquí solo para restregármelo en la cara? —pregunté.—Para nada. Estoy aquí para da
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