Aquella noche, el sueño se convirtió en un lujo que no pude permitirme. Mi pequeño apartamento en Vallecas, normalmente mi santuario, se había transformado en una celda de tortura para mis pensamientos. Daba vueltas en la cama, el colchón protestando con cada giro, mientras la conversación con Marcos Cea se repetía en mi mente como un disco rayado."¿Quién eres tú, Antonella?".Cada vez que recordaba la pregunta, sentía una oleada de calor en las mejillas. ¡Y mi respuesta! "Soy psicóloga, con un máster...". Tartamudeé como una colegiala, revelando mi mayor inseguridad en bandeja de plata. Me sentía tan tonta. En la oscuridad de mi habitación, mi cerebro, ahora a pleno rendimiento, ideaba respuestas mucho mejores. Podría haberle dicho algo ingenioso, algo misterioso, algo que lo dejara con la intriga. Pero no, tuve que soltarle mi currículum frustrado.Y luego, su frase final: "Me encantaría conocerla". ¿A qué se refería exactamente? ¿Era una simple cortesía, una frase hecha que se dic
Leer más