Después de los besos bajo la lluvia, Elsa se encontró viviendo en un estado constante de alerta y dualidad. La etiqueta de "novia a escondidas" que Damián había impuesto se había consolidado, y cada encuentro robado era una inyección de vida que hacía que su rutina con Leo se sintiera más gris.Paradójicamente, la persona que hacía que Leo empezara a notar algo no era Damián, sino la misma Elsa. La culpa la había transformado. Se había vuelto distante, su mente a menudo ausente en las conversaciones sobre planos y presupuestos. Sus salidas de la oficina se habían vuelto incoherentes; pequeños retrasos o excusas vagas para encontrarse con Damián y robar unos minutos de pasión.Leo, aunque centrado en el futuro, no era ciego."Últimamente llegas tarde, o te veo muy nerviosa al teléfono," comentó Leo una tarde, sin acusación, solo con la observación fría de un analista. "Si el estrés laboral te está afectando la salud, tienes que parar."Elsa se aferró a la excusa del trabajo, pero la se
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