La mañana siguiente de su pacto fatal en la recámara, Damon no perdió el tiempo. El cambio de look radical no era solo por un capricho, era una operación de seguridad.Harper, aún adolorida por la paliza de la fuga y con las palmas vendadas, fue despertada bruscamente. Damon, ya vestido con su habitual traje costoso y su camisa de seda oscura, estaba al pie de la cama.—Levántate, prometida — Harper apretó los labios en una línea fina con molestia, el escucharlo mencionar el tema de ser su falsa prometida con tanta facilidad, y con tono de sorna, la sacaba de sus casillas — El enemigo no espera, hay que aprovechar el tiempo.—¿Y Peter, quién lo cuidará hoy? — fue lo primero que preguntó ella.—Está desayunando con Elena, ella se encargará, manejará su agenda hoy. Tú tienes una cita urgente.En menos de
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