La fiebre de Dmitri había sido solo una infección menor. Dos días de antibióticos y estaba de vuelta a su alegre normalidad. Pero el susto había sido suficiente para recordarle a Valeria lo frágil que era todo esto.Ahora, dos semanas después, estaba parada frente al espejo de su habitación, observando su reflejo con incertidumbre. El vestido que Aleksandr había enviado era hermoso: negro, elegante, con un escote discreto pero favorecedor. Se ajustaba a sus curvas post-parto de manera que la hacía sentir tanto sexy como apropiada.Pero la idea de asistir a una gala benéfica, de ser presentada públicamente como la pareja de Aleksandr Volkov, la aterrorizaba.—Te ves hermosa —dijo Aleksandr desde la puerta, haciéndola saltar.Estaba impecable en su esmoquin, el cabello peinado hacia atrás, la cicatriz en su mejilla destacando de manera que lo hacía parecer peligroso y refinado al mismo tiempo.—Me siento como una impostora —admitió Valeria—. Todas es
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