Después de un poco de drama, Livia por fin logró convencer a Damian de que estaría bien. Por dentro, gritó en silencio:‘Estoy bien, Maestro Damian. Vete tranquilo y regresa sin problemas.’Un beso largo, iniciado por ella, pareció tranquilizarlo. Damian —quien en el fondo esperaba que ella insistiera en acompañarlo— se sintió un poco menos decepcionado.Pero en cuanto subió al coche, una lista interminable de advertencias comenzó a salir de su boca. Livia, con el brazo aún alrededor de la cintura de su marido, solo respondía:—Sí, querido. Sí, querido —mientras su mente trataba de recordar todas las “reglas” tácitas durante su separación, reglas que perderían sentido en cuanto se volvieran a ver.‘Ugh, parece que se va a la luna. ¡Cuántas cosas que recordar!’Su despedida, con una sonrisa y una mano alzada, brilló más que el sol de la mañana que recién empezaba a calentar la tierra.‘¡Soy libre!’Tras la partida de Damian, regresaron a la villa para prepararse. Livia se recogió el ca
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