—Señor.
—Hmm. —Brown se puso de pie, lo que hizo que Kylie también se levantara de la cama y lo siguiera.
—¿Va a despedirme? —preguntó ella cuando Brown se detuvo con la mano en el picaporte. Una leve sonrisa asomó en sus labios.
¿Qué fue eso? ¿Acaso estaba… sonriendo?
—No, no voy a despedirte —dijo, abriendo la puerta y saliendo con paso firme del consultorio.
Una enfermera los saludó con una sonrisa, pero Brown pasó de largo sin siquiera mirarla. Kylie devolvió el saludo y apuró el paso para no quedarse atrás.
—¿De verdad, señor? Muchísimas gracias. Tiene usted un corazón muy bondadoso. —Se llevó la mano al pecho, aliviada.
Así que estaba a salvo. Podría seguir trabajando. Tal vez Brown, al final, sí tenía corazón; quizá se había conmovido por su esfuerzo. O al menos eso quería creer.
—Ni siquiera me has compensado por los problemas que me causaste desde que te conocí. ¿Por qué te despediría?
Retiro todo lo bueno que acabo de pensar de usted, pensó, sintiendo que su codo herido palp