Por un momento, quiere mover sus manos, solo para acariciar el rostro de esa mujer que no podía negar, era hermoso. —¡Maldita sea! —Refunfuña entre dientes. —¿Pero qué me pasa con esta desconocida? —Dirige la mirada hacia el techo, para evitar verla, pero las manos y piernas de la mujer, que se aferran a su cuerpo, se lo impiden. Muy incómodo y renuente a la situación, decide despertarla. —¡Ey! ¡Muchacha! ¡¡Despierta ya!! —¡Mmm! —Empieza a moverse la chica —¿Pero qué te has creído? ¿Qué soy tu colchón? —Lana abre los ojos y esta vez no se asusta, pero se sienta en la cama y lanza un suspiro de frustración. —¡Lo siento! No me di cuenta en que momento me dormí. —Se disculpa, y se prepara para escuchar los gritos de Callum, pero no es así. —¡Definitivamente, tienes un problema muchacha! —Dice tranquilamente, pero manteniendo su seriedad. —¡No tengo nada! Solo me cuesta mucho dormir en un lugar desconocido y desde el inicio aunque no lo creas fue muy fácil dormir a tu lado

Esa noche, Callum no pudo dormir, pues se sentía bastante incómodo al pasar toda la noche con Lana a su lado, quien a pesar de haber sido echada por él, decidió quedarse, pues realmente no podía dormir en otro lugar de la casa que no fuera esa cama. Ya lo había intentado, y no estaba dispuesta a perder su sueño por nada del mundo. Sin embargo, era algo distinto para Callum. Hace mucho no pasaba toda una noche con alguien, estando consciente y Lana le producía una especie de escalofrío en el cuerpo que no podía evitar. Era como una atracción incontrolable hacia la mujer que no lo dejaba sentirse tranquilo, después de todo él estaba acostumbrado a la obediencia y el miedo de las personas, y a controlar todo lo que existía en su vida, pero Lana era como una excepción a la regla. ¿Realmente esta chica podía curarlo? ¿Qué era eso que tenía aquella joven que lo intrigaba tanto? ¿No era su parecido a…? No… Ella era alguien totalmente diferente y jamás podría compararse con quien fue

—Mamá, ¿quién te dijo eso? Las cosas no son así. —No te atrevas a mentirme Lana. Yo misma vi a Felipe en la mansión, cuando fui con tu padre. —¿Papá lo vio? —Por suerte no. Pero después de ese día, me reuní con ese muchacho. Estaba desesperado, quería salir a buscarte, asegurando que tu esposo te había obligado a irte con él. —No es cierto. —Como sea, está como loco. Me llama a diario, quiere saber si sé algo de ti. Pienso que en cualquier momento hará una locura. —¿Aún sigue en la mansión? —Sí, al no saber nada de ti, creyó que lo mejor era esperarte allí. —Mamá, por favor, tienes que ayudarme. Tienes que convencerlo de que se vaya de allí... —¡Muchacha! ¡¡Muchacha!! —Gritos desesperados de Callum, que quería tomar un baño, la asustaron. —Mamá, debo irme, pero por favor prométeme que no le dirás donde estoy. —¿Crees que sea capaz de ir hasta esa isla? No creo que pueda ni siquiera entrar. —Conociéndolo, es capaz de encontrar la manera. —¡Muchacha!! —

Una mesa con 8 hombres de diferentes edades, todos vestidos de traje, muy elegantes, en el centro de un restaurante completamente despejado para ellos, más los meseros ordenados en forma horizontal a un lado de ellos, y un show de mujeres casi semidesnudas, que bailan en un escenario improvisado entreteniendo a los presentes, reciben de manera muy formal a Callum, viéndose todos muy sorprendidos, pues no se esperaban que llegaría acompañado no solo por su guardaespaldas que permanece de pie junto a los meseros, sino también por una mujer completamente desconocida. —Es un placer para nosotros verlo nuevamente, señor. —Afirma en nombre de todos Remus, el más anciano de todos. —Tomen asiento. No es necesario que sean tan formales, ni menos que aparenten que están felices por verme bien. Sé que más de uno de los aquí presentes, habría sido capaz de dar una de sus extremidades para que yo finalmente me fuera al infierno, pero como ya ven, ni siquiera el diablo me quiso. —Todos se e

Lana, que despertaba de una noche perfecta de sueño, estiraba ampliamente sus brazos, desperezándose, para luego frotar sus ojos que con dificultad se abrían por los fuertes rayos de sol que se colaban por la ventana. Una vista perfecta es lo que obtiene cuando por fin logra abrirlos por completo, divisando la enorme y hermosa figura masculina de Callum que estaba de pie, semidesnudo, con el cabello mojado, confirmando que acaba de darse un baño, cubierto con la toalla envuelta alrededor de su cintura, y con una taza en la mano, observando la vista. —¡Ejem, ejem! —Carraspea la mujer para que se diera cuenta de que estaba despierta. —¡Buenos días! —Le dice tímidamente apenas se gira y la ve. El hombre, que no dice una palabra, camina hacia la cama, dejando la taza con café en una de las mesitas de noche, y de la nada se quita la toalla, quedando completamente desnudo frente a Lana que se tapa los ojos con sus manos. —¿Qué crees que estás haciendo? —Le pregunta muy abochor