DecisiónMiles irrumpió como un vendaval en la sala de urgencias, su abrigo aún abierto, el rostro crispado por la angustia. Apenas recibió la llamada de Ralph, dejó todo y salió disparado. Ni siquiera recordaba cómo había llegado al hospital; solo sabía que tenía que estar allí. Que Nate lo necesitaba.Lo encontró sentado junto a una de las paredes, con los codos apoyados en las rodillas, la cabeza gacha, los dedos enlazados temblando sobre su boca. El hombre que siempre había tenido el control de todo -el genio, el cirujano de precisión milimétrica, el líder respetado- parecía ahora un muchacho perdido, suspendido en un presente que amenazaba con derrumbarse.- Nate. - llamó en voz baja, como si temiera romperlo con el más mínimo sonido.Nate levantó la mirada. Su expresión era un mapa de miedo, de impotencia, de dolor crudo. Miles sintió cómo algo dentro de él se contraía.- No sé qué pasó… - murmuró Nate, la voz tan baja que Miles apenas lo escuchó - Ella... estaba bien. La dejé e

El Decálogo De ClaireClaire suspiró. Estaba aburrida de mirar la televisión. Ya había hecho maratones con todas las series que alguna vez quiso ver. Comió, durmió, pero quería hacer algo que no fuese solo mirar el techo o la ventana de la habitación.Decidida, tomó una libreta que siempre llevaba cerca en su cama, para anotar ideas o pensamientos sueltos que rondaban en su mente. Tenía muchos pacientes con pensamientos intrusivos y eso era parte de ser humanos evolucionados. Ella también los tenía igual que todos los demás. Sobre todo cuando el trabajo terminaba y el trajín del día se detenía. Como en su caso...Si no hacía algo iba a comenzar a hablar con Freud y su doctorado correría peligro.Tomó el cuaderno y abrió la última hoja que había escrito hace dos noches, perdida en las imágenes de Nate revoloteando a su alrededor para asegurarse que estuviese bien. En ese momento, Nate estaba dormido a su lado, el ceño ligeramente fruncido incluso en sueños y lo observó antes de escribi

Mala DecisiónCuando Darren terminó su consulta, se desvió de su camino habitual a casa y fue al apartamento de su hermano.Desde la conversación con Bri, estaba intrigado sobre la mujer que hizo que el corazón de su hermano latiera.La puerta se abrió sin ceremonia cuando la criada abrió.Miles levantó la vista desde el sofá, donde Freud dormía plácidamente sobre sus piernas y entrecerró los ojos con suspicacia. El hombre que acababa de entrar se llevó un dedo a los labios, pidiéndole silencio. Miles no dijo nada, pero alzó una ceja como diciendo suerte con eso y volvió a mirar su pantalla.Claire estaba recostada en el sofá, una manta cubriéndole las piernas, con un libro sin abrir sobre su regazo. Al ver al recién llegado, frunció el ceño. El estetoscopio que sobresalía del maletín fue todo lo que necesitó para sacar conclusiones.- ¿Bri lo envió? - preguntó en voz baja, cansada.- No, me llamo Darren Harrington, vine a...- Lo suponía. No podrían resistirse a la tentación de manda

La RevelaciónCasa de los Harrington – NocheLa puerta se cerró con un suave chasquido detrás de Darren. El pasillo olía a madera encerada y al perfume dulce y familiar de su esposa. Caminó con los hombros caídos, la maleta colgando de una mano y el nudo de la corbata aflojado sin cuidado. En la sala, la luz cálida de la lámpara de pie dibujaba sombras suaves sobre las paredes. Su hijo, recostado en el sofá con una Tablet en el regazo, levantó la vista apenas al verlo.- Papá. - murmuró, volviendo la atención a su juego.- Hola, campeón. - respondió Darren, pasándole una mano por el cabello con ternura antes de dejar la maleta a un lado.Su esposa estaba sentada en el sillón frente a la chimenea apagada, con una copa de vino en la mano y los pies descalzos sobre una manta. Le sonri&o