Capítulo 132 —El relámpago en su miradaNarrador:Sofía cerró la llamada con Eros y, apenas apoyó el móvil en la mesa, abrió la laptop con un movimiento brusco. El disco duro de Renzo estaba aún conectado. Durante horas pasó carpeta tras carpeta, nombres, informes, listas interminables de proveedores, ex agentes, contactos de todo tipo. El reflejo azulado de la pantalla le daba a su rostro cansado un aire casi febril. Cada vez que creía ver algo sospechoso, resultaba ser un dato viejo, un registro sin importancia o un nombre que ya estaba descartado. Golpeó la mesa con la palma de la mano y dejó escapar un gruñido.—Mal*dito Sastre… —susurró entre dientes.No había ni una sola referencia. Nada. Como si el fantasma del que habló Eros no existiera. Sofía se dejó caer contra el respaldo, cerró los ojos un momento y respiró hondo. Entonces, casi por impulso, tomó el teléfono y buscó el nombre de Renzo. Dudó unos segundos, pero terminó marcando. Del otro lado, él atendió rápido, la voz carg

Capítulo 134 –El MonstruoNarrador: Sofía llegó a la mansión Adler al mediodía. El aire estaba tranquilo, con ese silencio que solo se rompía por la voz lejana de algún empleado. Apenas cruzó el umbral, Dante apareció corriendo por el pasillo.—¡Sofi! —exclamó con esa mezcla de admiración adolescente y afecto —¿Ya volviste?Ella se agachó un poco para abrazarlo con suavidad, cuidando el costado de la herida.—Ya estoy aquí, pequeño. ¿Cómo estás?—Bien, aunque mamá salió y dijo que volvería tarde —informó Dante, orgulloso de estar al tanto de todo.Sofía le revolvió el cabello con cariño.—Gracias, tesoro. Voy a ver a papá.En el camino, se cruzó con Dominic, que la saludó con un gesto cálido.—¿Buscas a tu padre? —preguntó él.—Sí, Tío Dom. ¿Está en su despacho?—Lo está —asintió Dominic —Y lleva toda la mañana encerrado allí.Sofía inspiró hondo antes de empujar la pesada puerta de madera. Adentro, Roman Adler, el Diablo, se levantó de inmediato de su sillón al verla. Su expresión, p

Capítulo 136 —Déjalo salirNarrador:Sofía salió de la mansión de su padre con el corazón hecho trizas. Subió al deportivo rojo casi sin sentir las piernas. Encendió el motor y se lanzó a la carretera. Las lágrimas comenzaron a rodar solas, primero lentas, luego incontenibles. Conducía a ciegas, con la mente hecha un nudo, el volante firme entre sus manos y la vista nublada. No sabía adónde iba. Solo avanzaba, como si el propio dolor la guiara.Cuando reaccionó, el coche se detuvo frente a la mansión Santini. No lo había planeado. No había pensado en ello. Pero allí estaba. Bajó, respirando agitadamente, las lágrimas todavía cayéndole por el rostro. El personal la reconoció y, sin hacer preguntas, la dejaron pasar.—¿Dónde está Santini? —preguntó con la voz quebrada.—En su despacho —respondió uno de los hombres.Sofía asintió y caminó con paso rápido, casi tambaleante, hasta llegar a la puerta del despacho. La empujó sin titubear.Renzo estaba sentado frente a su computadora, revisand

Capítulo 138 —Fue tiempo muy bien invertidoNarrador:Sofía aún respiraba agitada, el cuerpo pegado al de Renzo, la piel húmeda y temblorosa. Él la tenía abrazada fuerte, como si soltarla fuera un riesgo que no podía permitirse. Cerró los ojos un instante, hundiendo la cara en su cabello, y después, con la voz todavía ronca por el sexo, rompió el silencio.—Te amo, Sofía. —La frase salió baja, grave, casi como una confesión arrancada de lo más profundo —Quiero una vida contigo.Ella lo miró, sin responder, con los labios entreabiertos, la respiración todavía desordenada.Renzo acarició su espalda despacio, como si quisiera convencerla con cada roce de sus manos.—Ya hablé con mi abogado, el divorcio está en marcha —continuó, con una certeza que ella no le había visto antes —No te estoy pidiendo matrimonio, al menos no aún, ni hijos, ni promesas imposibles. Solo… quiero que planeemos un futuro juntos.Los ojos de Sofía se oscurecieron, atrapados en la intensidad de los de él.—Me enamor

Capítulo 140 —Frente a frenteNarrador:Sofía entró al despacho de Román sin titubear. El Diablo levantó la cabeza del escritorio, la miró fijo, y lo primero que salió de su boca fue seco, tajante:—Me imagino que viniste a disculparte con tu madre. Porque si no, no eres bienvenida en esta casa.Sofía bajó un poco la vista, tragó saliva y asintió.—Sí, papá. Vine a disculparme con mamá. Me siento terrible… no tendría que haberle dicho las cosas que le dije y me pesa. Vine a pedirle perdón. —Román asintió apenas, satisfecho, pero ella no terminó ahí. —Pero… —respiró hondo, levantó la mirada— junto conmigo vino Renzo.Las cejas de Román se arquearon de inmediato, sus ojos se entornaron con esa mezcla de sorpresa y advertencia que siempre imponía respeto.—¿Renzo? —repitió, midiendo la reacción de su hija.—Sí —confirmó Sofía, sin retroceder —Está afuera, en mi coche. Le dije que tú tenías algo para contarle sobre el Sastre. Lo mismo que me contaste a mí. Y que, entre ustedes, capaz logra