Capítulo 82: No puedo defenderme — Antes de cualquier acusación, es mejor que tratemos este asunto de manera más adecuada —sugirió el director del equipo.Entonces, todos se dirigieron al ascensor y, luego, a la oficina del director, donde él se sentó en su silla, mostrando impaciencia.— ¿Señorita, tiene algo que decir en su defensa? —preguntó, esperando una explicación.Aurora permaneció en silencio un instante. Por más que quisiera gritar la verdad, sabía cómo terminaría. Suspirando, solo confirmó: — Lo lastimé.Un silencio mortal llenó la sala mientras el líder del equipo suspiraba triunfante, sintiéndose plenamente justificado.— ¿No tienes un motivo? ¿Por qué me lastimaste? — ¿Existe algún motivo para romperle el brazo a alguien en mil pedazos? Hoy tengo que volver al hospital y prepararme para una cirugía por culpa de este mal arreglado.Alice intentó intervenir, pero Aurora le hizo un pequeño gesto para que no se preocupara. Sabía que sería peor si resistía. Después de todo

Capítulo 84: Un hombre que protege a su mujer — Cuando vayas a procesar a Aurora… porque lo harás, después de todo, lo que hizo fue muy malo —Andrews inclinó ligeramente la cabeza, como ponderando sus próximas palabras. El hombre abrió los ojos, creyendo ingenuamente que Andrews lo apoyaba—. Ya que ella debería haberte matado.— C-crea… puedo olvidar todo esto. Podemos resolverlo de otra manera, yo…Antes de que pudiera terminar la frase, Andrews murmuró, helado: — Añade esto a tu demanda.Sin previo aviso, el primer puñetazo impactó de lleno en el rostro del hombre.El golpe lo lanzó contra la pared. Antes de que pudiera reaccionar, otro golpe brutal alcanzó su estómago, dejándolo sin aire. Vinieron otros, en secuencia. Andrews parecía haber perdido el control. El líder del equipo pronto estaba caído, prácticamente inconsciente, mientras Andrews continuaba, implacable.Rodrigo y Donovan avanzaron para contenerlo. — ¡Andrews, ya basta! —Rodrigo agarró su brazo.Pero él no se detuvo

Capítulo 86: Él nunca me daría floresAurora entró decidida en la sala donde Andrews estaba. Él la sorprendió con la mirada, y ella no dudó en preguntar: — Fuiste tú quien consiguió este puesto para mí, ¿verdad?Andrews arqueó una ceja, cruzó los brazos y se apoyó en la mesa con expresión de aburrimiento, mientras ella miraba todo el desorden antes de desviar la vista. — ¿Yo? —rió cortamente, con tono burlón—. ¿Por qué haría eso?Aurora mantuvo la mirada fija en él. — Porque esta empresa es tuya.Él inclinó ligeramente la cabeza, evaluándola. — No hay una empresa en esta ciudad en la que no tenga algún involucramiento, Aurora. Esta ciudad prácticamente me pertenece. No hay forma de escapar de mí.Ella suspiró y se encogió de hombros, como aceptando un peso inevitable. Andrews notó cómo bajaba la cabeza, los hombros caídos, y eso lo incomodó más de lo que debería. — Si quieres salir adelante, deberías reconsiderarlo —continuó, observándola—. Puedes usar este empleo para pagar tu

Capítulo 88: Aurora es sincera con Andrews. Aurora parpadeó, sorprendida. Su mirada se aferró a la de él, confundida, intentando entender qué había cambiado. Por un segundo, ninguna palabra fue pronunciada. Era como si el tiempo se hubiera detenido allí, entre los dos, en medio de la escalera silenciosa. —Está bien, entonces —murmuró ella, rompiendo el silencio—. No voy a insistir. Al fin y al cabo, fue más de un millón, y yo ni siquiera he llegado a ver aunque sea la mitad de eso en mi cuenta. —Sonrió, incómoda—. Al menos ahora... te estás convirtiendo en un hombre más justo. Andrews soltó su brazo lentamente, pero todavía la observaba con intensidad. Aurora entonces siguió su camino sin decir nada más, con pasos lentos y pensativos.Fue en ese momento cuando Rodrigo subió la escalera para encontrarse con Andrews, que estaba en lo alto, y se detuvo frente a su amigo. Sus ojos estaban cansados, pero había algo decidido en ellos. —Ahora estoy jugando limpio —dijo Rodrigo, sin rod

Capítulo 90: Mariposas en el estómago Al día siguiente. Como era de esperar… él no lo recordaba. Salí de la habitación ya arreglada y lo encontré cerca de la escalera. Estaba como de costumbre — perfectamente alineado. Su perfume se esparcía por el pasillo con una frescura limpia y sofisticada. El cabello, peinado hacia atrás, y parecía más descansado. Había algo sereno en su postura. Me acerqué con cautela mientras él acomodaba distraídamente el gemelo de su blazer, que le quedaba como un guante. En realidad, su ropa siempre parecía hecha a medida, resaltando aún más su impecable presencia. Ni me di cuenta de lo distraída que estaba, mirando demasiado, hasta que arqueó una ceja y me miró fijamente. —¿Pasa algo? —preguntó, con la mirada fija en mí. —Claro que sí… —murmuré sin querer y, enseguida, sonreí con timidez al notar su expresión confundida. —Está todo bien. Buenos días, señor Andrews. —respondí, bajando la cabeza con cierta vergüenza. —Ok… buenos días. —Su voz salió c