[FRANCESCO]Los días en Mónaco pasan más rápido de lo que esperaba. No por falta de tiempo, sino porque todo se siente nuevo… ligero… real. Es como si hubiéramos pasado meses respirando bajo el agua y solo ahora pudiéramos llenar los pulmones de verdad.Las mañanas empiezan siempre igual con Tiziano riéndose en su cuna, con Sofía caminando por el departamento envuelta en una manta, y conmigo intentando preparar café mientras los dos me distraen.Las tardes las pasamos acomodando la casa, llevando cajas a la oficina que armamos juntos, recibiendo muebles nuevos, organizando documentos y repasando la agenda del equipo una y otra vez. Sofía trabaja horas frente a su laptop, revisando datos aerodinámicos, analizando simulaciones, escribiendo notas técnicas con esa concentración suya que siempre me fascinó.Yo voy al simulador casi todos los días. Recupero sensaciones. Vuelvo a escuchar al monoplaza. A reencontrarme con mi versión más feroz.Y por las noches… nos perdemos en nosotros. En c

[FRANCESCO]La fábrica quedó atrás hace horas, pero mi mente sigue atrapada en un solo momento: Sofía en medio de la sala técnica, dando órdenes, dibujando curvas aerodinámicas en el aire, explicando con pasión cada decisión. No sé si los demás lo notaron. Seguro que no. Porque mientras ellos veían a una ingeniera talentosa… Yo veía a la mujer que amo brillar como nunca.La suite del hotel está en silencio cuando entro. El cielo de Londres es negro, húmedo, lluvioso, pero aquí adentro, hay algo cálido.Vivo.Sofía está sentada en el sillón, con Tiziano dormido sobre su pecho. Le acaricia la espalda con movimientos lentos, mecánicos, llenos de amor. La escena me derrite.Me acerco despacio.—¿Se durmió? —pregunto, poniendo una mano sobre la cabecita de mi hijo.—Hace unos minutos —susurra ella.Tiziano suelta un suspiro chiquito. Su mano se aprieta contra la tela de la camiseta de Sofía. Ella se ve cansada… pero hermosa. Hermosa de una forma que no necesita maquillaje, ni ropa elegante,

[FRANCESCO]El pasillo del segundo piso está casi vacío. Todos están terminando de desmontar el escenario del evento, corriendo cables, guardando pantallas. Las voces se escuchan lejos, apagadas, como si estuvieran en otro edificio.Pero yo solo escucho una cosa: El sonido de los pasos de Sofía delante de mí. Rápidos. Nerviosos. Cargados de una tensión que ninguno de los dos sabe disimular.Ella mira hacia los lados, como asegurándose de que nadie la sigue, y entonces abre la puerta del pequeño baño del ala técnica.Me mira, y eso basta. Entro detrás de ella y cierro la puerta con llave. El silencio estalla. El aire se vuelve denso, espeso, y sobre todo, peligroso.Sofía apenas alcanza a hablar cuando ya la tengo contra la pared.—Frances… —murmura, con la respiración temblando—. Tenemos diez minutos…—Nueve, ahora —respondo contra su cuello.Ella toma aire, pero no se aparta. Sus manos se aferran a mi camisa, tiran de ella, como si todos los nervios de hoy se rompiesen justo aquí, en

[FRANCESCO]La lluvia golpea los ventanales del departamento como si quisiera entrar. El cielo está oscuro, típico de Londres, pero aquí dentro el aire es cálido. Es nuestro primer día instalados oficialmente en este lugar que será nuestra base mientras trabajamos en la fábrica. En teoría, el departamento es de Sofia, pero por motivos obvios, ella me ha hecho un espacio aquí mientras que yo fingi haber alquilado otro, al menos hasta que podamos decir a gritos que estamos juntos.Tiziano ya duerme en su habitación —una habitación pequeña pero perfecta, con peluches nuevos y el monitor encendido sobre la mesa—.Sofía está de espaldas a mí, dejando su carpeta y su tablet sobre el escritorio del salón. La iluminación es suave, amarilla, creando sombras dulces sobre su espalda. Lleva aún la ropa del día: un suéter ceñido, pantalón negro, el cabello recogido en una coleta que ya se soltó lo suficiente como para volverme loco.Yo cierro la puerta despacio, sin hacer ruido. Pero ella me sient

[FRANCESCO]10 de marzoEl ruido del paddock es distinto el día de carrera. No importa cuántos años lleve en este mundo: el domingo siempre te pesa en el pecho. Es una mezcla de electricidad, miedo, ambición… y ese vértigo casi adictivo que solamente sienten quienes se suben a un coche a trescientos kilómetros por hora con la vida colgando de un hilo.Pero hoy… Hoy todo vibra diferente.Hoy Sofía está en el pit wall.Mi ingeniera. Mi amor. La madre de mi hijo. La mujer que lo cambio todo en mi.El circuito está listo para explotar. El público es una ola de color. La tensión es un animal invisible respirando en la nuca.Me pongo el casco. Siento el calor de la adrenalina corriendo por mis venas. Sofía ajusta mis guantes y noto cómo sus dedos tiemblan apenas.—Vas a estar bien —susurra, pero en el fondo nos está hablando a ambos.—Siempre lo estoy cuando tú estás aquí —le respondo, y sus mejillas se enrojecen bajo la visera del pit.Quiere besame. Quiero besarla. Pero miles de cámaras n