En aquel bar guardaron silencio; todos conocían bien a aquel hombre que recién regresaba de Alemania, el terrible líder de la mafia rival que dirigía Lorenzo Visconti, Giordano era un hombre terrible y un completo malnacido, uno que tenía mucha sangre en sus manos y con el que nadie se atrevía a meterse, nadie excepto Lorenzo.Levantándose del suelo con dolor, Victoria miro directamente a los ojos de aquel nefasto sujeto que la miraba con burla, y no permitió que sus hombres la tocaran.— No iré contigo, no me importan tus amenazas, no tengo idea de quien seas, pero llamare a la policía ahora mismo. — dijo la hermosa rubia sacando su móvil.El celular de la chica salió por los aires cuando Giordano la tomo con furia por los cabellos, Victoria, sin embargo, no bajó su mirada ni demostró temor alguno; no se permitió llorar a pesar de sentirse completamente aterrada, pues no le daría el placer a aquel asqueroso hombre, sus pensamientos únicamente estaban con Liam y William, su corazón se

— Es un lindo lugar. — dijo Victoria sin saber que más decir.Lorenzo sonrió de lado ante aquello, habían llegado a su piso, el lugar entero le pertenecía a él, extendiendo su mano hacia la chica, la invito a pasar a su lugar, a su hogar, donde nunca antes había llevado a nadie que no fuese de su entera confianza, donde ninguna otra mujer había pisado, aquel sitio era su santuario, y, aun así, quería compartirlo con ella, solo con ella.— Ven nena, quiero que conozcas mi lugar favorito. — dijo Lorenzo tomando la delicada y pequeña mano de la chica entre la suya.Victoria abrió los labios completamente sorprendida del sitio, aquel, no parecía la cueva de un mafioso potencialmente mortífero, era en realidad un sitio hermoso, cubierto de arte, referencias hindúes y muchas plantas, un lugar que transmitía paz, aquello, sin querer, le decía mucho sobre el hombre a sus espaldas.— Es…absolutamente hermoso. — dijo Victoria sin salir de su asombro.— ¿Te gusta? — pregunto Lorenzo complacido.

La mañana había pasado demasiado pronto, pero había sido grandiosa, Lorenzo se sentía de buen humor después de demasiado tiempo, su ánimo estaba elevando por los aires, nada podría arruinarle eso, había visto una película junto a Victoria, pidieron pizza para desayunar, y ahora, la rubia debía estar durmiendo en casa de Becca Romano; había tenido que dejarla temprano para descansar de su apasionada faena antes de irse a la escuela donde impartía sus clases de arte.Pasaría por ella más tarde, la convencería de dejar el trabajo en el bar, no deseaba que más incidentes como el que había acontecido se dieran y alguien más lograra lastimarla, era una mujer hermosa que naturalmente atraería a hombres nefastos, además, no quería que nadie más volviese a mirarla en esos provocadores vestidos que usaban allí, su mente viajaba a mil por hora, su corazón aún estaba acelerado, no sabía bien que era lo que había pasado para enloquecer de tales maneras por una mujer, pero no se quejaba por ello, l

El sonido de la ducha rompía el silencio en la habitación de Victoria, el agua tibia resbalaba sobre su cuerpo desnudo, aquellos recuerdos de la noche anterior regresaban a ella, la desbordante pasión de Lorenzo se había quedado graba en su piel logrando hacer que deseara más de ello, aun cuando sabía lo que él era el temido líder de mafia, un hombre peligroso, temido en cada rincón de la ciudad, y para nada un buen ejemplo para Liam y William, no podía sacarlo de su mente…ni de su corazón.Cerrando la llave, la hermosa rubia se miraba al espejo, su cuerpo desnudo estaba ante ella, y, por primera vez, no se sentía fea al mirarlo, la piel de su vientre ya no era completamente firme debido a la maternidad, aquella cicatriz en su pelvis era el eterno recordatorio de que se había convertido en madre, no era algo que estuviese a la vista, en su vestido de noche para tocar en el bar, apenas se notaba nada de ello, sin embargo, aquello le había causado complejos, o, más bien su ex marido lo

La tarde regalaba sus hermosas tonalidades rojizas un día más, el manto de la noche pronto lo cubriría todo, y Lorenzo observaba a Victoria jugando con sus pequeño hijos, Liam y William Bianchi; una escena casi idéntica era lo que había cambiado su manera de ver a aquella hermosa mujer, y no solo eso, en realidad, había cambiado su panorama por completo; la felicidad que desbordaba Victoria al estar con sus hijos, la hacía brillar como el sol, y el, se sentía iluminado por ella.— Bien, ¿Quién quiere un helado? De chocolate, de fresa, vainilla o de los tres juntos, tenemos de todo. — dijo Lorenzo mirando a los pequeños Liam y William.— ¡Yo quiero!, ¿Puedo mami? — cuestionaron Liam y William con su infantil y dulce voz.— Por supuesto que pueden, anden, vamos a por unos helados. — respondió Victoria con una sonrisa.Aquella inocente pregunta, sin embargo, hizo que Lorenzo frunciera un poco el entrecejo.— Díganme algo, campeones, ¿Por qué le preguntan a su mami si pueden? Te lo estoy