Durante las siguientes semanas, Mike y Stella pasaron gran parte de sus días juntos, y poco a poco él descubrió facetas de su "esposa" que nunca hubiera imaginado. Su tiempo juntos le permitió ver a Stella bajo una nueva luz, apreciando su pasión, inteligencia y, sobre todo, su fortaleza.Stella le enseñó a Mike a manejar las supuestas inversiones que, según ella, él mismo había acumulado con éxito en los años anteriores. Al principio, Mike se mostró escéptico, pero su facilidad para entender los números y su habilidad para analizar cada movimiento en el mercado lo sorprendieron. Con paciencia, Stella le explicó cada operación, y poco a poco él se fue desenvolviendo como un experto, aunque aún se sentía envuelto en una neblina de confusión sobre su vida pasada.En esas semanas, compartieron no solo el trabajo, sino también momentos de intimidad y risas. Las caminatas por la hacienda se volvieron una rutina para ambos; en esos paseos, Stella le mostraba los rincones que más amaba. Cada

Stella regresó a la mesa con paso lento, intentando recomponerse tras la conversación en el tocador. Sentía su mente revuelta, y una inquietud la impulsaba a mirar a Mike con intensidad, como si intentara descifrar algo que nunca se había atrevido a preguntar en voz alta. Al encontrarse con su mirada, un deseo inesperado la invadió, queriendo confrontarlo, preguntarle lo que retumbaba en su mente: ¿Por qué no me haces el amor? Pero el temor a la respuesta la hizo vacilar. En lugar de decir algo, tomó su copa de vino y bebió de un solo trago, intentando silenciar la inquietud que la atormentaba.Mike la observó, percibiendo el cambio en su expresión y la forma en que parecía luchar con sus propios pensamientos.—Stella, ¿todo está bien? —preguntó suavemente, con genuina atención.Ella esbozó una sonrisa temblorosa, incapaz de disimular del todo el nerviosismo y atrevimiento que sentía.—Nada, Marco. Solo que hoy… quiero hacer cosas que jamás he hecho antes —respondió, con un toque de d

Al día siguiente, Stella abrió los ojos lentamente, sintiendo un dolor de cabeza pulsante que empeoraba con cada segundo. Buscó sus lentes a tientas en la mesita de noche, pero, en su torpeza, se inclinó demasiado y terminó cayendo de la cama. Se incorporó, desorientada, y fue entonces cuando notó la ausencia de Mike a su lado.Mientras se acomodaba los lentes, los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente como una ráfaga, especialmente el momento en que él le brindó un placer desconocido con su boca. Una mezcla de emociones la invadió: aunque lo había disfrutado intensamente, ahora se sentía abrumada por la vergüenza y la incertidumbre de cómo podría mirarlo de nuevo a los ojos.Saliendo de la habitación, se encontró con Verónica, quien organizaba algunas flores en el pasillo. Stella, aún algo mareada, se aclaró la garganta para llamar su atención.—Verónica, ¿has visto a... Mike? —preguntó en un murmullo, con la voz ronca y temerosa de la respuesta.Verónica asintió con un

Stella, aun sintiéndose vulnerable, asintió y dejó que Verónica la guiara hacia su habitación. Sabía que había cometido un error, pero la vergüenza y las palabras de Mike la ayudaban a ver con más claridad lo que realmente necesitaba.Ya con el rostro limpio y luciendo su atuendo habitual, Stella regresó al comedor. Llevaba una blusa de color marfil, con cuello redondeado y botones discretos que le daban un aire elegante y clásico, resaltando la suavidad de sus facciones sin adornos excesivos. Su falda recta de tono gris oscuro caía justo por debajo de las rodillas, manteniendo una apariencia sobria y femenina. Los zapatos bajos y sencillos completaban el conjunto, permitiéndole caminar con su gracia natural. Su piel, libre de maquillaje recargado, mostraba un leve rubor en sus mejillas, y el brillo en sus ojos destacaba su serenidad.Al verla, Mike no pudo evitar mirarla con una apreciación renovada. La elegancia discreta de Stella le parecía infinitamente más atractiva que el estilo

Mike la recorrió con la mirada, devorándola de pies a cabeza, y una chispa de admiración y deseo se encendió en sus ojos. Dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos, y su voz salió suave, profunda, cargada de una intensidad que hizo que Stella sintiera un temblor en las piernas.—Estás… hermosa. Sensual, diría —murmuró, manteniendo su mirada fija en ella mientras su mano rozaba suavemente su cintura—. Tanto, que me cuesta creer que seas real.Stella sintió cómo el calor subía a sus mejillas y, por un momento, apenas pudo sostenerle la mirada. Cada palabra, cada gesto de Mike la hacía sentir deseada y única, dejándola sin aliento. Intentó responder, pero su voz se quedó atrapada en su garganta, perdida en la intensidad de sus ojos.—Marco…—fue lo único que logró decir.—Si seguimos así, me va a ser muy difícil salir de aquí sin deshacer ese peinado —añadió él, en un tono bajo y seductor.El pulso de Stella se aceleró aún más, y un temblor recorrió su cuerpo mientras su