Capítulo 62 —Ni siquiera la vidaNarrador:No volvieron a hablar en todo el trayecto. Cleo se mantuvo con la mirada fija en la ventana, fingiendo que las luces de la ciudad eran suficientes para distraerla. Nerón, al volante, no la miró más. Pero su mandíbula apretada y la tensión en sus nudillos decían lo que su boca no soltaba.El ascensor subió en silencio hasta el piso del penthouse. Cuando las puertas se abrieron, ella salió primero. Él la siguió. El ambiente los envolvió como un eco de lo que ya no podían ignorar. Nerón se quitó el abrigo con gesto automático, caminó hacia el mueble bar y se sirvió un whisky sin medir.—Necesito un trago —dijo, como quien lanza una declaración al aire. —Se giró hacia ella, levantando el vaso. —¿Quieres?Cleo negó con la cabeza.—No. Me voy a acostar.Dio un paso hacia el pasillo, pero él se interpuso sin dudarlo. No la tocó. No alzó la voz. Solo le cerró el paso con su presencia.—De ninguna manera —dijo, con tono bajo pero firme —Vamos a hablar.

Capítulo 64 —El informe de BakerNarrador:El desayuno fue silencioso, pero no incómodo. Cleo revolvía el café con aire distraído, mientras Nerón hojeaba el periódico en su móvil y de vez en cuando la observaba por encima de la pantalla.—¿Tienes alguna falda para ir al estudio? —preguntó de pronto, sin levantar la vista.Ella lo miró como si acabara de preguntarle si hablaba chino.—Sí… pero me siento más cómoda de pantalones.—Lo sé. Pero hoy necesito que uses una falda.Cleo arqueó una ceja, sin entender.—¿Por qué?Nerón la miró directamente.—Porque te lo pido.Ella entrecerró los ojos, todavía desconcertada.—¿Algún motivo en especial?—Vamos a una reunión importante. No es por protocolo… es por impacto. Y tú, con falda, dejas un impacto difícil de ignorar.Cleo dejó la taza sobre el platillo con un leve golpe.—Eso suena a estrategia de marketing, rozando la protitución.—No voy a negarlo —dijo él, riendo mientras revolvía su café —¿Entonces?Ella suspiró, rodando los ojos.—Est

Capítulo 66 —Los pecados de otrosNarrador:La puerta se cerró detrás de Cleo, dejando un vacío denso en la oficina. Nerón no la siguió. No aún. Giró lentamente hacia Marianne, con el ceño fruncido y los ojos oscuros de una rabia que no gritaba, pero que ardía bajo control.—¿Y a ti qué carajos te pasa? —dijo con voz grave, sin subir el tono, pero con una firmeza que estremecía —No tenías por qué humillarla así.Marianne alzó una ceja, como si no entendiera la magnitud de lo que acababa de hacer.—¿Humillarla? Solo dije la verdad. Es la hija de la sirvienta, Nerón. ¿O ya lo olvidaste?—Eso no te da derecho a tratarla así —murmuró él, acercándose un paso —Ella no eligió cómo nació. Y tú lo sabes.—¿Sabes lo que hizo mi padre? —disparó Marianne con veneno en la voz —Ni esperó a que mi madre se enfriara en la tumba para acostarse con esa mujer... con la criada. Y ahora esa hija bastarda, porque lo, es aunque lleve su apellido, está aquí, vestida de oficina, creyéndose parte de nuestro mun

Capítulo 67 —Del otro lado del edificioNarrador:Cleo dejó el tenedor sobre el plato, sin mirarlo. Cuando habló, su voz era baja, ronca, como si le raspara salir.—Yo siempre viví a la sombra de Marianne...Nerón alzó la vista.—Cleo...—No —lo interrumpió, sin mirarlo —Déjame terminar. —Él cerró la boca. Solo asintió, en silencio. —A pesar de haber sido reconocida por mi padre, ella se encargó toda la vida de que yo me sintiera una intrusa, una mancha, un error del que todos debían avergonzarse. —Cleo apretó los labios antes de continuar —Antes de subastarme, fui a pedirle ayuda. Nada más que eso. Ayuda para estudiar, para no abandonar la universidad. Me corrió de su piso como si yo fuera una ladrona. Me dijo que no era su responsabilidad, que ya bastante con lo que me habían permitido tener su apellido. —Nerón no se movía. Apenas respiraba. —Y hoy… —prosiguió ella, con la voz temblando por la rabia que le subía desde el pecho —hoy entro a tu despacho y la veo ahí. Sentada, cómoda, s

Capítulo 70 —Estúpida fantasíaNarrador:Nerón seguía sentado en el sofá, desnudo,solo. Respirando como si algo le apretara el pecho desde adentro. El cuerpo aún vibraba por lo que acababan de hacer, pero en su cabeza… ya nada sonaba igual. Se inclinó hacia adelante. Apoyó los codos en las rodillas. Se pasó ambas manos por el rostro, luego por el cabello, y finalmente se rascó la nuca, como si esperara encontrar alguna respuesta en el sudor que le corría por la piel.—¿Qué carajo acaba de pasar? —murmuró, en voz baja, como si al decirlo pudiera ordenarlo todo. —Pero no. No había nada que ordenar. Cleo había sido clara, más que nunca. Lo había besado con dulzura, pero con el filo de una navaja. Y su voz, cuando le dijo que decidiera, no dejaba margen. Se levantó del sofá. Se vistió despacio. Se puso la ropa interior, los pantalones, la camisa arrugada, todo con una lentitud que parecía más un duelo que una rutina. Caminó por el salón en círculos breves. Tres pasos y girar, tres pasos y