Ella no respondió. Retrocedió un paso, como un reflejo…. Pero Bastien no se detuvo, él llegó hasta ella, y la tomó de los brazos justo en ese instante. —¡SUÉLTAME! —gritó la mujer, forcejeando—. ¡Te digo que me sueltes! —¡Hueles distinto! —gritó él, acercándose a su cuello—. ¿Te bañaste fuera? ¿¡Verdad!? —¡Estás enfermo! —gritó ella, empujándolo, pero él era una muralla. Los movimientos se descontrolaron. Ella trastabilló, sus tacones resbalaron en la alfombra. ¡POOOF!~ Ella cayó de espaldas sobre un sofá largo de cuero negro. El bolso se le resbaló del brazo y golpeó el suelo. Bastien la miraba desde arriba, como un depredador. —¡Basta, Bastien! ¡Estoy harta! —gritó Margot, levantándose. El cabello desordenado, su rostro rojizo de enojo, y sus ojos brillando con lágrimas. Él no dijo nada. —¡Estoy cansada de ti! ¡De esto! —jadeó la mujer—. ¡De que me trates como una prisionera! ¡De que me grites, me sigas, me investigues! —Entonces no desaparezcas —respondió él, con voz

Margot se inclinó, recogió su bolso con manos temblorosas. Ni siquiera pudo volver a ponerse el zapato que le faltaba. —¡Eres un cerdo! —gritó ella, pero su voz se quebró, la garganta no le respondió… Sus lágrimas comenzaron a caer en descontrol. Estaba a punto de decirle más, de escupirle más veneno. De maldecirlo en todos los idiomas que sabía… De lanzarle el otro zapato, las palabras, la historia, todo. Pero de pronto… ¡¡Una punzada en su cabeza!! Todo se volvió borroso. La habitación giró. —Uuuh… —soltó un gritito. Margot se tambaleó y en un movimiento instintivo, llevó una mano al borde del sofá para sostenerse. Se aferró disimuladamente, tragando saliva. "No… no ahora…" Pensó la mujer. La vista se le nublaba y su corazón latía desenfrenado. Bastien la vio de reojo, con indiferencia, y continuó tomando. Ella se recompuso y salió casi corriendo de la oficina. …………. ✧✧✧ Horas después, en el vestidor de la habitación matrimonial ✧✧✧ Margot se observaba en los espe

✧✧✧ Al día siguiente, en la mansión del señor Delacroix. ✧✧✧ Esa mañana, en el jardín trasero, impecablemente cuidado. Las flores de temporada lucían sus hermosos colores variados. Un delicado conjunto de mesa y sillas blancas había sido preparado bajo una pérgola con cortinas de lino blanco, que se mecía al compás de la fresca brisa matutina. Las sirvientas iban y venían en silencio, colocando platos, café caliente, croissants recién horneados y frutas frescas sobre la mesa. Margot caminó con pasos lentos hacia la mesa. Su vestido entallado color champán se pegaba a sus curvas dejando ver una hermosa silueta capaz de robar más de un suspiro, la mujer llevaba su cabellera pelirroja suelta, moviendo sutilmente con su mano algunos mechones que caían sobre su rostro. Al llegar a la mesa, Bastien, su esposo, ya estaba ahí. El CEO llevaba puesto un traje gris oscuro, hecho a medida, con una camisa blanca impecable y el nudo de su corbata apenas aflojado. Bastien tenía un periódi

✧✧✧ Esa mañana en la ciudad. ✧✧✧ El sol bañaba la elegante avenida parisina. Cerca de los edificios glamurosos de las lujosas boutiques. Margot y Madeleine avanzaban, sus tacones resonando en un "tap~ tap~" sobre el empedrado de la calle. Se detuvieron frente a un escaparate donde un maniquí vestía un deslumbrante vestido de gala; las telas brillaban con destellos casi hipnóticos bajo la luz natural. Sin decir una sola palabra, las gemelas se volvieron a mirar, entendiéndose por completo. Una doble sonrisa cómplice. Ambas cruzaron el umbral de la boutique, que las recibió con una mezcla de frescura y la fragancia del perfume caro. Dentro del local, la amplia sala de ventas mostraba su exclusividad. Con las estanterías de cristal alineadas y un vestidor amplio cuyas paredes estaban cubiertas de espejos. De inmediato fueron atendidas por las asistentes en la tienda, y la gerente. —Traigan los mejores vestidos de gala de la más reciente colección primaveral —pidió Madeleine

✧✧✧ Esa misma noche, minutos después… Aún en la propiedad de los de la Tour. ✧✧✧ —Vaya, Bastien… —comentó Viktor con media sonrisa mientras sorbía su copa de vino tinto—. Se ha ido tu esposa… ¿No te preocupa que ande sola en una finca tan amplia? Bastien desvió apenas la mirada hacia donde Margot había desaparecido minutos atrás, sin cambiar su expresión arrogante. —¿Sola? —repitió ese CEO, divertido—. No creas eso, mon vieux (viejo amigo). Ni aquí ni en ningún lugar del mundo está sola. Incluso en esta fiesta tengo ojos sobre ella. Viktor alzó las cejas, impresionado. —¿Vigilantes? —Claro —respondió Bastien, bajando la copa de champagne—. No todos visten de negro y auriculares. Algunos van de smoking y sonríen mientras bailan. Ella no los nota, pero yo sí. Viktor rió con suavidad, como si aquello no lo sorprendiera en lo absoluto, y alzó su copa hacia su amigo. —Tú y tus jaulas doradas, Bastien… siempre tan elegante para encarcelar. Bastien no respondió. Solo giró