Camino hacia la barra, y lo encuentro allí… recargado con un vaso en la mano. Su camisa negra resalta aún más la intensidad de su mirada, oscura, fija, llena de ese fuego que me consume. La electricidad entre nosotros es inmediata. La tensión sensual que siempre nos envuelve se siente más viva que nunca.Con una sonrisita, me acerco y le digo:—Hola, guapo. ¿Esperas a alguien?No obtengo respuesta. Al menos, no con palabras.Me toma por la cintura con fuerza y me aprieta contra él. Su aliento me roza el oído cuando susurra:—Hoy te voy a hacer tan mía… que vas a olvidar hasta tu nombre.Una corriente ardiente viaja directo a mi entrepierna. Ahogo un gemido, un gemino urgente, necesitado.—Entonces no perdamos tiempo —respondo, tomándolo de la mano y guiándolo hasta la habitación.Una vez allí, la tensión sexual alcanza su punto máximo. Sus ojos me devoran. Su piel, con cada caricia, quema. Hábilmente me despoja de la ropa, se retira unos pasos y me contempla. Siento mi sangre encender
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